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martes, 30 de julio de 2013

Vivir es la meta (I)

Por Frank Robinette (terapeuta primal del centro Primal del Dr. Janov en California) Traducción de Lars Quetglas.

"Es realmente curioso –y digno de verdadera atención– percatarse de la poca mención que se dedica, en el terreno de la Psicología actual (y particularmente en el entorno de la obsoleta Psicoterapia cognitivo-conductual), al proceso del llanto. Algunas corrientes de pensamiento afirman que el Homo Sapiens es el único 'animal' que posee esa función. Otros que eso no es cierto, que hay animales, sobretodo aquellos pertenecientes a especies más evolucionadas en la cadena evolutiva, que efectivamente vierten lágrimas en conexión con una situación de estrés agudo (dolor físico, la proximidad de la muerte, la separación de una pareja, de una cría de su madre). Es probable que un aspecto distintivo de nuestra especie consista en la capacidad para emocionarnos al recordar (revivir) traumas (físicos y/o psíquicos) acaecidos en el pasado, aunque quizá el rasgo definitorio del llanto en los humanos radique en nuestra capacidad para reprimirlo. El concepto clave sería entonces la negación, algo a lo que muy probablemente los miembros de otras especies no pueden optar. Un rasgo enteramente mental propio de un individuo dotado de neocortex. 

El llanto, sin importar cual sea la perspectiva desde la que abordemos su raíz, ha sido (y sigue siendo) tratado por la escolástica intelectual (cerebro masculino/hemisferio izquierdo) como una función prácticamente irrelevante, sin importancia. Y en ello deberíamos ver una clara señal de la negación que impregna todo. ¿por qué negar un rasgo humano tan evidente?¿Es eso lamentable? Digamos eufemísticamente que la historia reciente de la Humanidad ha demostrado fehacientemente que la reiterada displicencia respecto a este asunto ha acarreado consecuencias nefastas. Eludir la conexión con el llanto quizá nos posicione frente a uno de los más intensamente perpetuados tabúes, si no el mayor de ellos.


Desde la óptica propuesta estoy convencido de que que llorar es un rasgo crucial, a la hora de comprender la naturaleza (condición) humana, y esencial para poder desarrollar adecuadamente la compleja capacidad racional de la que estamos potencialmente dotados. Incluso para la comunicación verbal.


El llanto nos abre las puertas al famoso concepto de 'resonancia' en toda su dimensión, es decir nuestra capacidad para conectar, asociar y concatenar sentimientos similares, familiares entre si. Y sin duda que llorar es la función responsable de nuestra capacidad para hablar en lenguaje metafórico y comprenderlo (metáfora=ir más allá), un rasgo de cualidades 'ascéticas', propio de quienes se sienten 'conectados' con un innato –ergo no adquirido– e intemporal sentimiento de trascendencia, de pertenencia a otra 'dimensión' (tiempo+espacio)... Llorar nos ayuda a mantener vivo el recuerdo de nuestro origen, de nuestra naturaleza intemporal, de una consciencia acerca de la temporalidad de la pura experiencia vital percibida como paréntesis dentro de un contexto más amplio, e inabordable simplemente desde la comprensión puramente intelectual.


Usando una metáfora diríamos que llorar es precísamente aquello que preserva a la 'computadora cerebral' de un posible colapso (ictus, etc..) Pero incluso si ese colapso acaece, llorar es lo único que conseguirá desengrasar el mecanismo atrofiado y devolverle su funcionalidad.

Pero ¿qué hace el llanto? ¿Cuál es la función de este peculiar y semi-convulsivo comportamiento acompañado de goteos nasales y profuso lagrimeo? No se me ocurre un solo motivo por el que esta temporal, elaborada y compleja alteración de las normales funciones corporales no sea extremadamente importante. En el presente no se tiene noticia de que ningún estudio neurológico haya sido publicado al respecto o que esté siendo elaborado. Poco se sabe acerca de lo que sucede en el cerebro cuando lloramos. Sé de un pequeño libro de 174 páginas que supuso un modesto esfuerzo en esa dirección: "Llorar, el misterio de las lágrimas" escrito por William H. Frey, escrito sin embargo, pocos años antes (1985) de la revolución neurocientífica afectiva, y se limitó a la aproximación respecto de la química de las lágrimas.


No conozco de ningún caso en el que se haya prescrito una resonancia magnética a alguien que llora, cuando dicho método/procedimiento de exploración molecular es habitual en casos de vasodilatación cerebral local. La mínima chispa de interés al respecto se focaliza en el llanto de los bebés, en ningún caso el de los adultos. Nuestra sociedad belicosa milita activamente contra el llanto y lo percibe como una debilidad a la que paradójicamente combate ('no debes llorar', 'no vale la pena', 'se fuerte', 'sé valiente', 'los niños/hombres no lloran', 'mira qué fea/feo te pones cuando lloras', 'llorar no sirve de nada'...).


El eminente neurocientífico V. S. Ramachandran publicó en 2010 The Tell-Tale Brain: A Neuroscientist’s Quest for What Makes Us Human. No he encontrado una sola mención en el libro al llanto. Lo mismo para el libro de Antonio Damasio "El Ser acude a la mente: Construyendo el cerebro consciente". Tan solo mencionó la palabra llanto en dos ocasiones y de pasada. El epítome de la represión.


LLORAR SANA


Tras años de Terapia Primal juntamente con la revisión del trabajo reciente del Dr. Janov relativo a la relación existente entre la metilación (que conduce al desarrollo del proceso tumoral) y la 'huella' (la permanente re-actividad frente a un evento traumático acaecido en el pasado y almacenado en el cerebro por medio del proceso de metilación), comprendí los aspectos que mantienen controlada (secuestrada) la libre conducta (pensamiento+acción) y consecuentemente la fisiología de una persona. En los trabajos recientes de Arthur Janov entorno a la depresión se apunta a un conjunto de estudios que confirman esta aseveración. Todos los estudios canadienses de Meaney y Szyf ofrecen una plétora de información al respecto. Por estudios recientes sobre receptores de Oxitocina –la llamada 'molécula del amor', involucrada en el desarrollo de cualidades como la empatía y la compasión– y la atrofia neuronal, he concluido que llorar desencadena el proceso inverso a la metilación, es decir la 'desmetilación'. A pesar de ello los negacionistas terapeutas conductistas cognitivos aún persisten en la idea de mantener secuestrado el natural desarrollo de la ciencia publicando libros como "El genio en tus genes" de Dawson Church, autor que postula que tu puedes cambiar tus pensamientos y sistemas de creencias tóxicos con tan solo un poco de práctica (PNL) tras la que quedas definitivamente puesto sobre la senda de tu sanación mental. Lo que están eludiendo es el gran descubrimiento realizado por Arthur Janov: el llanto es terapéutico y se puede estimular (desatascar su natural función y su caudal reprimido). Subsecuentemente se deriva que es posible aprender a amar. Estos son los fundamentos de la Terapia Primal. 


Tal como el Dr. Janov ha demostrado a lo largo de los últimos 50 años, no es cualquier llanto antiguo lo que funciona. Los asilos de ancianos y los hospitales psiquiátricos están repletos de gente que llora constantemente y nunca se recupera por ello. El llanto aparece en muchas psicoterapias, pero a medida que los resultados deseados tanto por el paciente como por el terapeuta (una mejora en la adaptabilidad/reenganche del paciente a las condiciones de su entorno familiar/laboral) son medianamente alcanzados, la utilidad del llanto es desacreditada y su efectividad queda mermada, diluida en el cenagoso pantano de la incomprensión acerca de las profundas raíces que oculta. Nada de eso sucede en la Terapia Primal, en la que se observan y anotan regularmente cambios en la fisiología, cambios en las relaciones afectivas (tan abominados por el entorno cercano del paciente) y obviamente cambios conductuales. Cambios que conducen, en muchos casos, a un cambio de rumbo en la hoja de ruta vital del afectado. 


La primera pregunta que nos formula a los terapeutas el director clínico tras las sesiones es: ¿Qué ha sentido el paciente? Con la excepción de algunos casos de rabia –que comúnmente se revela como un muro defensivo frente a la anunciada catarsis del llanto descontrolado), el llanto desbloqueado es un claro síntoma de que la sesión está tomando el rumbo adecuado. Por su puesto que eso tan solo es el inicio: A partir de entonces, el terapeuta se dedica a ayudar al paciente a mantener el foco de su atención en aquello que ha desatado el llanto y a descender a un pozo de dolor reprimido a lo largo de la 'cuerda de nudos' que restan por 'desatar', profundizando en los distintos niveles donde se hallan compartimentados sus sentimientos.


Para asegurarse de que ello sucede correctamente, escuchamos y sentimos la calidad del llanto que el paciente está experimentando. Normalmente el paciente empieza por lo que nosotros llamamos 3ª linea defensiva, lamentándose y llorando acerca de los trastornos y conflictos cotidianos (habituales o extraordinarios) a los que se enfrenta en su vida adulta presente. Los sentimientos que entonces afloran fácilmente 'resuenan' (son asociados) con traumas físicos y/o psíquicos acaecidos durante la infancia. Cuando esto sucede, el paciente ha alcanzado la 2ª linea defensiva. Este estadio se revela a menudo dificultoso para muchos pacientes puesto que frecuentemente afirman y se lamentan (incluso con vehemencia) por no disponer de recuerdos de tal calibre de su infancia. No obstante, si persisten, finalmente la 'resonancia' derriba el obstáculo de la amnesia y los recuerdos bullen en incrementada efervescencia.


Estos recuerdos pueden parecer insoportables (razón por la que han venido siendo reprimidos) a medida que se manifiestan completamente. A medida que se desciende por la 'cuerda de nudos', regresando con ello en el tiempo, la naturaleza del llanto cambia y se acomoda sorprendentemente a la natural forma de llorar de las diferentes etapas vitales del paciente. Entonces el llanto cesa y 'los sentimientos se tornan físicos' por decirlo de alguna manera. Estamos ante la primera linea defensiva frente al dolor primal. Es cuando el lenguaje corporal toma el relevo en la catarsis iniciada por el llanto. La espina del paciente se retuerce como la de un delfín en plena efervescencia natatoria. Los sensaciones 'despertadas' son habitualmente las de aplastamiento, sofoco, oclusión y un terror demoledor. En su apogeo, dichas expresiones físicas tan solo pueden ser sentidas (revividas) durante unos segundos cada vez. Solo el cuerpo del paciente 'sabe' cuánto durarán esas 're-vivencias' por esa sesión de terapia en concreto. En esa coyuntura el paciente acabará por relajarse y lentamente 'regresará' al presente (todo ello de modo perfectamente consciente, cabe apuntar) escalando por la cuerda de nudos de dolor hacia la segunda linea y finalmente de nuevo a la tercera. 


A lo largo de este rastro, todo un flujo de renovadas percepciones y conexiones tendrá lugar, como si de un paulatino 'renacer'  estuviésemos hablando. Tal es el modo en que los pacientes lo describen. Es entonces (y no antes) cuando tiene lugar el intercambio intelectual cognitivo y analítico entre el paciente y el terapeuta. Un 'feed back' muy terapéutico y liberador también en el que el paciente extrae las pertinentes conclusiones una vez su mente consciente ha asimilado el trauma reprimido en su inconsciente. El paciente siente entonces que su vida entera estuviese conectada a un flujo vital más vasto e inabordable (e inexplicable) por medio de los 5 sentidos físicos. A partir de entonces estará en (e interactuará con) el mundo de un modo totalmente nuevo. Actitudes, gustos, disgustos y metas empezarán a cambiar irremisiblemente. El paciente empezará a convertirse en quien realmente es, desprovisto de los patrones defensivos destructivos (sufrimiento, lucha, combate, aguantar, consentir...) acumulados y aprendidos para 'sobrevivir'. Vivir es ahora la meta. Simplemente esas estructuras de comportamiento antiguas ya no se necesitarán más. 


Dicho esto cabe señalar que este proceso es el ideal y no acontece a todos los pacientes (esto es asunto para otro artículo). Dicho esto, puedo afirmar que con una actitud persistente y una terapia sistemática y consistente, el sistema defensivo caerá con toda probabilidad.


Pero es necesario apuntar que el mecanismo desencadenante de los cambios finales no es en si el poder de la voluntad de cambiar o la consciencia de que algo debe cambiar. El mecanismo es el cambio biológico mismo. Los cambios que el paciente atraviesa en su fisiología completa es lo que deriva en los cambios conductuales experimentados.


Cuando digo que llorar está en la raíz del proceso de desmetilación, afloran cuestiones tales como:

1. ¿Por qué no todos los que lloran en una terapia se sanan?
2. ¿Por qué tantos bebés que lloran tanto acaban convirtiéndose en adultos tanto más neuróticos?
3. ¿Qué hay de la parte de la sesión primal (1ª linea defensiva) en la que no sucede el llanto?
4. Por qué las personas que, ingresadas en asilos, lloran constantemente,  no mejoran su salud?

seguirá... 

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