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viernes, 2 de marzo de 2012

Sanacción

Hoy recibí un e-mail de una amiga de Australia. Había estado cenando con su amiga, quien había superado un tumor de mama. Este es el mensaje de esa mujer a todos y cada uno de nosotros. Lo comparto porque siento que tiene un valor profundo para todo el que quiera vivir su vida auténticamente. Os amo.

Mi mensaje a todo aquél que esté padeciendo una enfermedad física y a todos aquellos que en su entorno se vean colateralmente repercutidos es el siguiente: ámate incondicionalmente. Independientemente de cual sea la enfermedad que te esté afectando, de los tratamientos que escojas, sean naturales, holísticos o convencionales, de las personas de las que decidas rodearte, lo más importante es que escojas tratarte con amor en lugar de con temor. Siempre obsérvate completo/a y en perfecta salud.

Para ello vas a tener que observar detenidamente tus emergentes emociones y atenderlas. Un cuerpo enfermo de cáncer es una señal de socorro, un aviso de reclamo de atención a las emociones reprimidas, esas llamadas desde tu interior a las que debes atender sin demora. No lo pienses, ni siquiera trates de descubrir una lógica detrás de ello. No la hay. Las emociones simplemente no atienden a razones. Llora y grita si lo necesitas sin vergüenza, ¿De qué te sirve seguir tapándola con orgullo? ¿Por qué necesitas parecer perfecto/a? Ya lo eres expresando tus emociones. Para eso te dio Dios tus lágrimas. Sabía que llegaría el momento de usarlas. Reprimirlas es lo que te quita paz. Créeme, no importa lo que digan o piensen los demás. Ha llegado el momento de mandar a la mierda las opiniones y los consejos de los demás y atender tus sentimientos. Tan solo siéntelas y respétalas. Cualquiera que sea tu expresión emocional es perfectamente legítima. Quien te juzgue por ello se estará juzgando a si mismo. Quien sea testigo de ellas y se sienta amenazado hará bien en hacer examen de su propia consciencia. Todos somos espejos para todos.

Las emociones son el clamor de tu caudal de represión interna que solicita ser escuchado de una vez por todas. Y, por favor, no caigas en la tentadora oferta que nadie te haga de ponerlas al servicio de una causa, por solidaria que aparente ser. Son engaños para domesticarlas. Tus emociones son tuyas y de nadie más. Solo tu puedes sanarlas. Solo tu tienes el amor necesario para restablecer tu paz interna. Solo tu tienes la llave para tu libertad. Una libertad que trataste de esconder como si de un miembro apestoso de tu familia del que te avergonzases se tratara.

Hazlo así y cualquier decisión/acción que tomes, estará derivada de ese respeto por tu integridad emocional. Ama tu vida y tu salud. Todo lo demás son patrañas. No considerar la importancia y legitimidad de las emociones es lo que nos ha conducido secularmente por el camino del miedo. Miedo a que descubran que tienes miedo...y se sientan decepcionados de haber depositado su confianza en ti. O bien miedo a que descubran tus debilidades y decidan abusar de ti. Y el miedo al dolor ha sido la única semilla de todos los sufrimientos germinados, la fuente de cualquier enfermedad física.

El cuerpo físico, con toda la majestuosidad de su diseño y dotado de unas terminaciones sensoriales (los 5 sentidos físicos) con las que percibir la materia física densa que te rodea en 'este' mundo, solo es la última frontera de tu territorio. Un territorio mucho más vasto que cualquier dimensión física que hayas conseguido nunca pesar o medir. Es la totalidad de tu territorio a la que debes considerar y respetar, si quieres permanecer entre nosotros y sanar la bendita, aunque transitoria, carcasa con la que te vistes. El miedo a los síntomas físicos y cualquier acción encaminada a escapar de la enfermedad es una falta de responsabilidad ante la llamada de atención que tu cuerpo emocional expresa por medio del desequilibrio físico.

En 'este' mundo estamos constantemente tratando de 'mejorarnos', como si fuesemos ordenadores que nunca estuviesen suficientemente bien actualizados. Tenemos una frenética pulsión a superarnos, a tratar de ser mejores. La pregunta es...¿Mejores para qué? ¿Para quién? ¿Cuándo y quien te instaló ese sistema operativo que permanentemente percibes como desfasado?

Me pasé la vida tratando de adaptarme a las neuróticas expectativas de otras personas, forjándome un papel en función de cuáles fuesen los deseos de aquellos que me rodeaban. Esas personas que solo pensaron en si mismas y que paradójicamente no dejaban de llamarme egoísta. Egoísta por tratar de ser tu mismo/a. Por lo general sus deseos no obedecían a planteamientos o creencias rígidas, sino que eran totalmente aleatorios, inconexos, regidos por una incomprensible doble moral, por lo que me forcé a desplegar ese papel en forma de una multiplicidad de personalidades: la sumisa, la pusilánime, la envidiosa, la controladora, en definitiva, Mis egos. Era mi forma de tratar de 'encajar' en las diferentes escenas que me ofrecían las personas de las que dependía. No me quedaba otra opción porque ni por asomo contemplaba la idea de independizarme de mis padres a los tres años. Mi dependencia de su amparo estaba grabada hasta la médula. La alternativa hubiese sido morirme. Y hubiera podido hacerlo...

Un hermano mío decidió no llegar a nacer. Ya en el vientre de mi madre sintió que lo que iba a encontrar ahí afuera iba a ser inasumible. Habíamos decidido anteriormente encontrarnos aquí, en el mismo entorno familar, con la promesa de sembrar e iluminar este mundo con la semilla que portábamos, el amor. Pero él no soportó la frecuencia de onda sintonizada. Desde entonces, él me ha acompañado cada día desde otro plano, desde una dimensión que no es medible con los dispositivos físicos de este mundo. Yo, por mi parte, en algún nivel, sin embargo decidí amoldarme a la demencia que me rodeaba, en la confianza de que acabaría sobreponiéndome a los obstáculos. Sabía que no sería fácil, que habría momentos muy dolorosos, sobretodo al principio, cuando más dependiente era, cuando más necesitaba sentirme aceptada, cuando mayor era la dedicación de ellos que precisaba para mi desarrollo.

No pudo ser. No importa. Estaba escrito que así sería. No sabían lo que hacían o dejaban de hacer. Por exceso de acción o por defecto de omisión, me obligaron a blindarme frente a la vida, a cerrarme a mi luz interna. Me grabé a fuego, en el doble fondo -subconsciente- de mi mente, que no me iba a permitir sentir el dolor que mató a mi hermano. Y desde entonces funcioné así, tratando a toda costa de evitar el dolor, esquivando ansiosamente las minas antipersona, básicamente 'abandono' –para no alargarme lo que fácilmente calificarías como retahila de reproches–, que fui detectando por mi camino. El precio fue desconectarme del sentir...la consecuencia fue desligarme de mi Ser, de mi territorio global, de mi ámbito eterno, la chispa espiritual de amor incondicional que SOY, he sido y siempre seré. Desconectarme del recuerdo de mi eternidad fue, poco a poco, alimentando mi creencia de que no era suficientemente buena, suficientemente válida, de que había algún fallo en mi, que desgraciadamente no podía detectar y consecuentemente reparar, un fallo que impedía que los demás me quisieran simplemente por lo que soy. Por momentos llegué a convertirme en un clon de ellos, en una reproducción de sus patrones. No me daba cuenta y estaba imitando las actitudes que yo tanto había padecido. Las personalidades que siempre dije que nunca tendría. No me daba cuenta de que cuando huyes de algo, ese algo te persigue desesperadamente tratando de hallar tu perdón. No era consciente. Hice daño y ahora...lo siento. Me hice daño a mi misma culpándome por ser tan imperfecta. Lo siento en lo más profundo del alma porque no era yo, sino mi ego, actuando, ejecutando las órdenes que yo misma, en un estado de demente desesperación le había dado ya ni me acuerdo cuando...obrando obedientemente para protegerme sin considerar a nadie más que a mi, como esos perros de presa que, entrenados para defender, atacan a cualquiera que asome la nariz por encima del vallado de tu propiedad. Su protección me esclavizó.

He tenido que llegar hasta el límite de ver deteriorada mi salud física para tomar consciencia de la necesidad de atender y escuchar a esa niña que forcé a prostituirse. Sí, ellos no me dieron otra opción, me pusieron contra las cuerdas, pero fui yo quien decidió plegarse. Y ese dolor, que entonces había bloqueado y negado a manifestar por pánico inminente -no ya a morirme sino a sentirlo- se transformó en un resentimiento que me condujo, lenta pero inexorablemente, hasta el cáncer de mama que tuve. Ahora soy yo quien va a restituir mi dignidad, recuperando la conexión con mi Ser superior, la sintonía con el amor del que todos provenimos. Por mucho que incomode, estoy recordando...me lo debo. Y curiosamente recuperar la memoria es lo que me está sanando.

Cuando iluminas la habitación de tus recuerdos tormentosos es cuando es capaz de verte como lo que eres de verdad, desprovisto de toda la mierda mental que sobra y que es heredada. En verdad os digo que todo lo que tenéis que hacer es SER vosotros mismos. Y eso implica aceptar la presencia del niño y niña internos, resentidos y la responsabilidad de amarlos hasta que confíen en vuestra incondicional y amorosa tutoría. Es la única forma de sublimar el resentimiento...abrazándolo, comprendiéndolo...dándole especio y tiempo para que se exprese y luego (y no antes) calmándolo.

No os creáis lo que los 'expertos' dicen acerca de la fatalidad del cáncer, de que hay una edad en que es estadísticamente inevitable. Ellos, pobres teóricos infelices, se basan en bases de cálculo fruto de estadísticas históricas. Todo lo que hace falta para romper los esquemas oficiales, todo lo que necesitas es recordar quien eres, recordar que eres un ser eterno y espiritual, vivenciando la experiencia de la individualidad desde la frontera (dimensión) más externa de tu terrotorio, el mundo de la materia densa, por medio de un cuerpo perfectamente adaptado a este 'entorno'.

No nos damos cuenta de que, en verdad, somos perfectos tal como somos. De que no hay nada que mejorar en la esencia. Y de que nuestra responsabilidad es obrar en consecuencia con ese giro copernicamo de perspectiva.

Todo lo que hacemos es ir experimentando dominios de conocimiento, rebasando fronteras de exploración, creando allí donde deseamos crear. Somos perfectos desde el nacimiento. Desde todos nuestros múltiples nacimientos. Poseemos un sistema inmunológico perfectamente dotado para interactuar con el entorno. Lo que lo debilita es nuestra desconexión con nuestra esencia intemporal, nuestra amnesia colectiva y consecuentemente el dolor que recíprocamente nos causamos al exigirnos metas dementes. La demencia está en los egos. Los fabricaste huyendo del dolor, y ellos, mientras les des créditos, son tus fieles esbirros, y tratarán por todos los medios de esquivar el dolor, ofreciéndote todo tipo de argumentos intelectuales con lis que ir barriendo la responsabilidad que AHORA tienes de recuperar el timón de tu nave. Ahora es el momento. Todo está conjuntado. Tu unico proposito es ser tu mismo. Respeta tus emergentes emociones y no enfermarás más, ni te privarás de quien realmente eres.

Maureen Moss

 

 

 

 

 

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