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viernes, 20 de enero de 2012

Destino o hado

Seguro que este cuento sufí te es familiar:


Una mañana, el califa de una gran ciudad vio que su primer visir se presentaba ante él en un estado de gran agitación. Le preguntó por la razón de aquella aparente inquietud y el visir le dijo:
- Te lo suplico, deja que me vaya de la ciudad hoy mismo.
- ¿Por qué?
- Esta mañana, al cruzar la plaza para venir a palacio, he notado un golpe en el hombro. Me he vuelto y he visto a la muerte mirándome fijamente.
- ¿La muerte?
- Sí, la muerte. La he reconocido de inmediato, toda vestida de negro con un chal rojo. Allí estaba, y me miraba para asustarme. Porque me busca, estoy seguro. Deja que me vaya de la ciudad ahora mismo. Cogeré mi mejor caballo y esta noche puedo llegar a Samarkanda.
- ¿De veras que era la muerte? ¿Estás seguro?
- Totalmente. La he visto como te veo a ti. Estoy seguro de que eres tú y estoy seguro de que era ella. Deja que me vaya, te lo ruego.
El califa, que sentía un gran afecto por su visir, lo dejó partir. El hombre regresó a su morada, ensilló el mejor de sus caballos y, en dirección a Samarkanda, atravesó al galope una de las puertas de la ciudad.

Un instante más tarde el califa, a quien atormentaba un pensamiento secreto, decidió disfrazarse, como hacía a veces, y salir de su palacio. Solo, fue hasta la gran plaza, rodeado por los ruidos del mercado, buscó a la muerte con la mirada y la vio, la reconoció. El visir no se había equivocado lo más mínimo. Ciertamente era la muerte, alta y delgada, vestida de negro, el rostro medio cubierto por un chal rojo de algodón. Iba por el mercado de grupo en grupo sin que nadie se fijase en ella, rozando con el dedo el hombro de un hombre que preparaba su puesto, tocando el brazo de una mujer cargada de menta, esquivando a un niño que corría hacia ella.

El califa se dirigió hacia la muerte. Está, a pesar del disfraz, lo reconoció al instante y se inclinó en señal de respeto.
- Tengo que hacerte una pregunta -le dijo el califa en voz baja.
- Te escucho.
- Mi primer visir es todavía un hombre joven, saludable, eficaz y probablemente honrado. Entonces, ¿por qué esta mañana cuando él venía a palacio, lo has tocado y asustado? ¿Por qué lo has mirado con aire de amenaza?
La muerte pareció ligeramente sorprendida y contestó al califa:
- No quería asustarlo. No lo he mirado con aire amenazante. Sencillamente, cuando por casualidad hemos chocado y lo he reconocido, no he podido ocultar mi sorpresa, que él ha debido tomar como una amenaza.
- ¿Por qué sorpresa? -preguntó el califa.
- Porque -contestó la muerte- no esperaba verlo aquí. Tengo una cita con él esta noche en Samarkanda.





¿Está el libre albedrío condicionado por el destino? ¿Qué son ambos conceptos?
¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Para qué estoy en este mundo? Sin duda que mía sería la decisión de borrarme de este mapa si así lo decidiera. Incluso podría si me lo propusiera borrar a alguien del mapa de esta experiencia humana. Pero ¿soy libre de tomar esa decisión o acaso ya estaba predestinado que, como el visir, acabasen mis dias en samarkanda?


...

No muchas lenguas disponen de la opción de distinguir entre los términos hado y destino, términos con los que atribuimos las causas de los acontecimientos, aún antes de que ocurran. Los mejores diccionarios intercambian un término con el otro, considerando como sinónimos de ambos «fatalidad», «suerte» y «fortuna». Pero en la lengua sumeria, y por tanto en la filosofía y en la religión sumerias, había una clara distinción entre los dos. Destino, NAM, era el curso predeterminado de los acontecimientos, un curso que era inalterable. Hado, por otro lado, era NAM.TAR, es decir el curso alterable de los acontecimientos en virtud de tomaar una au otra alternativa frente a una disyuntiva. Literalmente, TAR significaba corTAR, romper, molestar, cambiar. Recordemos que en inglés romper es también tear.

La distinción no era una cuestión de mera semántica; era el centro de algo que afectaba y dominaba por igual los asuntos de Dioses y hombres, de tierras y ciudades. ¿Acaso algo que iba a ocurrir, o algo que hubiera ocurrido, era Destino, era algo inalterable? ¿O era una combinación de acontecimientos azarosos, o de decisiones tomadas, o de altibajos temporales, fatales o no, y que otro acontecimiento azaroso, o una oración, o un cambio en la actitud podría haber llevado a un resultado diferente?

La línea para diferenciar entre hado y destino, desdibujada hoy en día, estaba muy bien definida en tiempos sumerios (hace 5800 años) y prebíblicos en general. Para los antecesores de la civilización babilónica, el Destino se iniciaba en los cielos, comenzando con los preordenados senderos orbitales de los planetas. En el momento en que el Sistema Solar obtuvo su forma y su composición, después de la Batalla Celestial (descrita en la epopeya babilónica Enûma Elish) las órbitas planetarias se convirtieron en Destinos imperecederos; el término y el concepto pudieron aplicarse después al curso futuro de los acontecimientos en la Tierra, comenzando con los Dioses, que tenían sus homólogos celestes.

En el mundo bíblico, era Yahweh el que controlaba tanto Destinos como Hados; pero mientras los primeros estaban predeterminados y eran inalterables, los segundos (los Hados) incumbían a las decisiones humanas. "Que los Hados te sean propicios" era una expresión que vinculaba la esperanza en que las decisiones humanas fueran favorables a las empresas iniciadas.

En virtud de la fuerza propia del Destino, el curso de los acontecimientos futuros se podía predecir con años, siglos o incluso milenios de antelación, como cuando Yahveh le reveló a Abraham el futuro de sus descendientes, incluida la estancia de cuatrocientos años en Egipto (Génesis 15,13-16). El cómo fuera a acaecer esa estancia (originada con la búsqueda de alimentos durante una gran hambruna) era una cuestión de Hado; que la estancia comenzara con una inesperada bienvenida (debido a que José, mediante una serie de ocurrencias consecutivas, se convertiría en primer ministro de Egipto) era cuestión de Hado; pero que la estancia (después de un período de esclavitud) terminara con un Éxodo liberador en un momento predeterminado era un Destino, preordenado por la entidad autodenominada Yahweh (Yo soy quien quiera ser)


Habiendo sido 'escogidos' por Yahweh, los profetas bíblicos podían predecir el futuro de reinos y países, de ciudades, reyes e individuos. Pero dejaban claro que sus profecías eran meras expresiones de las decisiones divinas. «Así dice Yahveh, Señor de los Ejércitos» (el En-lil sumerio) era la locución con la que solía comenzar el profeta Jeremías cuando se disponía a profetizar el futuro de reinos y soberanos. «Así dice el Señor Yahveh», anunciaba el profeta Amos. «Por orden del sr. alcalde...» decían los alguaciles en tiempos más recientes.


Pero en cuanto a los Hados, el libre albedrío y la libertad de elección de las personas y las naciones podían entrar, y de hecho entraban, en juego. A diferencia de los Destinos, los Hados se podían alterar, y se podían evitar los castigos divinos si la rectitud sustituía al pecado, si la piedad sustituía a la profanación, si la justicia sustituía a la injusticia.

«No es la muerte del malvado lo que busco, sino que el malvado cambie de conducta y viva», le dice el Señor Dios al profeta Ezequiel (33,11).

La distinción que hicieron los sumerios entre Hado y Destino, y el modo en que ambos pueden jugar su papel en la vida de una persona, queda de manifiesto en la historia vital del héroe Gilgamesh.


Como ya hemos dicho, Gilgamesh era hijo de Lugalbanda, el sumo sacerdote (humano) de Uruk/Erek y de la Diosa Ninsun.

Cuando creció y comenzó a pensar en los temas de la vida y la muerte, le planteó la pregunta a su padrino, el Dios Utu/Shamash:

En mi ciudad, muere el hombre; oprimido está mi corazón.
El hombre perece, pesaroso está mi corazón...
Ni el hombre más alto puede alcanzar el cielo;
Ni el hombre más ancho puede cubrir la Tierra.
¿También «miraré yo por encima del muro»?
¿También seré marcado yo por el hado de este modo?
La respuesta de Utu/Shamash no fue muy estimulante.
«Cuando los Dioses crearon a la Humanidad -le dijo-, le asignaron la muerte a la Humanidad; conservaron la Vida para su propia custodia. Éste es vuestro Destino; así, mientras estés vivo, y lo que hagas mientras tanto, es un Hado que se puede cambiar o alterar, disfrútalo y aprovéchalo al máximo.»¡Manten tu vientre Heno, Gilgamesh;
estáte alegre día y noche!¡De cada día, haz una fiesta de regocijo;
día y noche, baila y juega!Que tus prendas exhalen frescura,
báñate en el agua, que te laven la cabeza.
Presta atención a lo pequeño que sostienes en tu mano,
Deja que tu esposa disfrute en tu pecho.
Éste es el hado de la Humanidad.

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