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lunes, 31 de enero de 2011

Rebobinando

La intención de hacerme un blog y escribir, responde ocultamente –ahora empiezo a tomar conciencia– a una voluntad de reestructurar mi psiquis. Y la vía que encuentro ahora es la palabra escrita. Pura logoterapia. Escribo esencialmente para mi. Para no olvidar. Para mantener fresca la memoria de lo que me dicta el corazón en los momentos en que las musas me visitan (y no me hallan pintando) Supongo que canalizo mi creatividad/inspiración a través de la prosa ahora que llevo una temporada desentrenado con los pinceles. Pero la verdad es que encuentro en esta terapia un infinito mar de posibilidades para expresar. Y el combustible que utilizo es la rabia que libero en el coche de vuelta del cole de mi hija por las mañanas. Mi particular 'muro de las lamentaciones'. Me pongo la suite de Forrest Gump y 'conecto' con mi niño abandonado, aprovechando cualquier evento que haya tenido lugar en mi vida recientemente. Y tiro de él, como del hilo de un ovillo de lana. Sin censuras, sin a prioris. Totalmente demente. Des-mintiéndome. Re-viviéndome.
He descubierto que yo también tengo un lugar en este foro común que es la vida. Que tengo derecho a tener una opinión y la estoy expresando sin miedo al 'qué dirán'. Y he de decir que es muy liberador constatar que puedes abrir la puerta del 'cuarto oscuro'. Que los monstruos que allí escondiste no te destruyen, que las brujas no te devoran, que los fantasmas pueden ser abrazados, y que ese cuarto tiene ventanas que dan al exterior. Que es una habitación más de tu psiquis, una que estaba oculta, olvidada de la memoria consciente, por motivos de desesperante desconsuelo. Pero un lugar que, como todas las demás habitaciones mentales, acepta ser barrido; se le puede pasar la fregona y admite que la vuelvan a pintar de rosa, el color del frigopié, mi postre favorito. De hecho lo está suplicando, pero al haber sido ignorada, ha arremetido con ira tratando de someter a todo el que intentase de atacar sus postulados. En definitiva, una vida dedicada a buscar enfrentamientos dialécticos. La canalización de la rabia por medio de la fuerza bruta nunca fue un activo en mi.

Detener y rebobinar la cinta de la vida, aprovechando el benefactor 'parón' de esta crisis colectiva, es algo que no se decide intelectualmennte. No es un proceso de documentación con el que nutrir una tesis doctoral. Es algo a lo que se llega al quedarse uno sin escapatoria. Todos los implicados en un crimen, asesinos y asesinados, acaban regresando –unos astral y otros físicamente– a la siempre dantesca escena para hallar testigos de los que extraer compasión. Y compasión y piedad es lo que buscamos, en ambos casos, como desoladas víctimas de un abandono cósmico.
El que hace uso del arma homicida acude, por motivos que muy poca gente acierta a dilucidar. Subyace una oculta esperanza en que alguien suficientemente íntegro y emocionalmente sano se apiade de uno y halle, bajo las evidencias incriminatorias, el sustrato de desconsuelo originador de la matanza. Detrás de todo asesino hay un ser sufriente que pugna por darse a conocer. Tras todo dictador que se precie, existe un aparato mediático, una oficina de prensa minuciosamente preparada para difundir las atrocidades cometidas. Nada queda en el anonimato. El mayor dolor radica en pasar desapercibido.
Rebobinar la película del transcurso vital es un proceso similar. Rescatar, desde la consciencia, el maltrecho cuaderno de bitácora de una travesía llena de percances, lejos de ocasionar un mayor daño, conlleva desde un sano proceso de revisión de daños, a una mejora notable de la salud emocional (y consecuentemente física). Y salud emocional no consiste en curar tal como médicamente entendemos, sino en integrar conscientemente ese 'historial clínico' de heridas que, vida tras vida, nos llevamos con nosotros cuando las fuerzas físicas ya no nos dan para más en este plano de la existencia, cuando decidimos que ya basta de sufrir por esta vez.

Dicen que las madres o esposas de los marineros desaparecidos mientras faenaban siguen sangrando por dentro hasta que se encuentran los cuerpos de sus maridos/hijos y pueden ser enterrados. Como almas en pena, las Madres de Mayo, reclaman justicia por sus hijos desaparecidos.


Toda herida abierta reclama sanación. Y toda herida sangrante puede ser cosida. Pero para coser la herida es imprescindible detectar su precisa ubicación en la apropiada dimensión (tiempo/lugar), y así, poder despedirse de ese pasado que no podemos/queremos soltar. Eso no significa que el recuerdo de la herida desaparezca. Los corazones están repletos de cicatrices que nos enseñan y nos curten. Los corazones llenos de cicatrices no son más feos sino más sabios. Pero para ser sabios hay que ser antes valiente y aceptar la presencia del dolor como maestro-guía con el que localizar las heridas sangrantes. Solo así se puede 'detener la hemorragia'. Luego viene la sutura. Queda la cicatriz como testigo. De la que aprender y con la que enseñar.
Solo entonces nuestras almas hallan redención.

Las cicatrices no duelen. Duelen las heridas abiertas. No sufrimos por el recuerdo, sufrimos por el olvido.



Escuché de boca de un amigo de mi padre, minutos antes de expirar su último aliento, que decía: "regreso a casa".
A los 10 años mi padre también decidió que 'ya era suficiente'. El día antes de dejarnos, prestando atención a lo que los médicos llaman delirios provocados por la morfina, no dejé de escucharle decir "ya vuelvo, mamá".
Haciendo un ejercicio retrospectivo de mis experiencias vitales, creo que éste fue uno de los momentos más epifánicos. ¿A casa? me dije…a qué casa?

Decía la Dra. Elisabeth Kubler-Ross, con más de 28 años a sus espaldas acompañando en el momento de la muerte a miles de personas en todo el mundo, que « …sé que hay realidades y verdades más allá de nuestra comprensión científica, y que están abiertas a cada uno de nosotros». Tratando de hallar esa realidad, Magda Català, en su prólogo al libro de la Dra. Kübler-Ross "La muerte, un amanecer", resumió la actitud que se precisa para ser testigo de la caída del llamado velo de Isis, el despertar de la ilusión:

«Busqué mi alma; no la pude ver.
Busqué al Dios de quien me hablaban, y me eludió.
Busqué a mi hermano, y encontré a los tres»


El mundo tal como lo conocíamos, con sus vanidades y enfrentamientos, con sus guerras e hipocresías, sus reglas limitantes y sus derechos conculcados, esa realidad que hemos asumido, generación tras generación, como la sopa básica del siempre frugal rancho que siempre estaba sobre la mesa, está cayendo literalmente como una escenografía de cartón vencida por su propio deterioro. Escenógrafos, libretistas, músicos, intérpretes, público, acomodadores y director, actores todos, estamos presenciando el inefable colapso de un teatro de guiñoles en el que todos hemos interpretado un papel.
El Dr. Deepak Chopra, en su libro Quantum Healing, habla del proceso sanador consistente en asumir, resumiendo en pocas palabras, que la vida es un sueño. Que todos formamos parte de un infinito océano de amor, la energía primordial de la que todo lo que es/existe está constituido. Esto puede sonar demasiado esotérico para muchos. Lo fue para mi durante un largo periodo de mi vida.

Escarbando en mi pasado, lejos de desestructurarme e invalidarme para seguir viviendo (sobreviviendo?), estoy hallando la verdadera panacea para afrontar y aceptar el presente con la confianza de saberme capacitado para manifestar todas las emociones que claman por ser expresadas en los diferentes contextos. No se puede explicar el proceso con palabras. Sería como pretender enseñar a nadar a alguien con un manual de instrucciones. A nadar se aprende nadando, tragando agua alguna vez…







viernes, 28 de enero de 2011

jueves, 27 de enero de 2011

Dejar de resistir

Recuerdo que en una entrevista que Pere Estelrich me hizo en su programa de IB3 en febrero (?) de 2009, surgió una pregunta. "¿Crees que la actual coyuntura económica es más propicia para la inserción de los llamados bancos de tiempo en la sociedad?"
Le comenté que los bancos de tiempo propiamente dichos funcionaban desde inicios de los años 90, inspirados por el Dr. Cahn y Michael Linton,
pero que su filosofía ya había sido esbozada en un primer aborde por Joshiah Warren con su Cincinati Time Store.




Con eso quise dejar claro –aunque quizá no lo expresé claramente– que lo que consideramos ahora, desde nuestra microscópica perspectiva, una coyuntura desfavorable, llevaba mucho tiempo incubándose y mostrando señales de vida (quizá debería decir 'muerte') en el mundo subdesarrollado. Y hace casi 35 años, sectores desfavorecidos de la población los EEUU empezaron a sufrirlo en sus propias carnes. La primera potencia tecnológica del mundo, país de donde surge lo mejor y lo peor, las iniciativas más innovadoras y los extremismos más desaforados, también es históricamente la nación donde despiertan las conciencias con mayor celeridad. La nación desde la que se abanderó el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón, la misma que 160 años antes había constituido la república con la carta de libertades más progresista del mundo.

He admirado y sigo admirando a Edgar Cahn por haber sobrevivido a la decepción de verse abandonado por todos aquellos deshauciados a los que trató de ayudar y devolver dignidad desde su programa de servicios legales para la gente sin recursos. La aceptación y superación de esa decepción fue lo que condujo a la implementación de un sistema de asistencia a los desfavorecidos impregnado de un concepto innovador: la reciprocidad.

Una vez echado a andar el proyecto de HOYxTI, me enfrenté con la realidad de la perspectiva que tenían muchos de los que se consideraban adeptos o simpatizantes. La idea de hallar satisfacción en poder dar y recibir fuera de los límites del sistema económico, me parecía un modo de desvincularse del 'orden' establecido que partía de una premisa, para mi, errónea: resistir a las injusticias. Muchos creyeron que de eso se trataba y se frustraron. Y sé que por eso se me ha acusado de no estar en consonancia con los tiempos.
Todo aquél que vió en este banco de tiempo, otro camino más para acceder a recursos o bienes que el sistema financiero 'les negaba', se autodescartó durante el trámite de alta consistente en la entrevista personal.

Pero por mucho que el concepto de banco del tiempo me hubiese impactado, entonces, como cauce para el cambio de paradigma acerca de lo que es la conciencia solidaria, pronto me di cuenta de que no encajaba en mis esquemas, tampoco, la idea de convertir a esta red de favores en una 'escuela de solidaridad', donde la reciprocidad fuese una asignatura, un software o programa informático dominando el cual uno pudiera titularse como actor del cambio aportando su grano de arena en un mundo tan necesitado.

La palabra solidaridad es uno de los términos más manipulados desde que aquellos chicos se pusieron flores en el pelo para ir a San Francisco. Nadie puede proponerse dominar el 'programa' de la solidaridad, y sobrevivir al empeño, si no se ha nadado en la 'abundancia de lo suficiente' y en la confianza de que todo está disponible para todos, en armonía con los demás.

El cambio empieza por uno mismo, me dije. Por mucho que exista un 'software' revolucionario y ecológico, si el sistema operativo está anticuado, ningún nuevo programa podrá ser utilizado.
Y quise desgranar la intrincada maraña que tenía contaminada, con esquemas mentales confusos, mi capacidad de discernimiento.
Esta es, a grandes rasgos la secuencia de argumentos aplastantemente lógicos que obtuve tras una profunda meditación:

1. Hacer el bien es moralmente bueno.

2. Decido ponerlo en práctica, obviamente sin ningún ánimo de lucro (faltaría más)

3. Detecto, transcurrido un tiempo, que los beneficiarios de mi bondadosa actitud se cuelgan de mi, se crean una dependencia de mi voluntad de ayudar. Ni siquiera las gracias recibo. Me digo para mis adentros: "Qué egoístas". No acepto lo que sucede. ¿Consecuencia…?

4. …me desencanto y me siento incómodo, manipulado: siento que se aprovechan de mi. . Detecto en mi una creciente ansiedad, pánico al fracaso, ira ante la manipulación de la que soy víctima, rabia, dolor, frustración…

AHORA VIENE EL PROCESO DE ACEPTACION

5. Me doy cuenta de que esa actitud egoísta que observo en los demás, no es conscientemente intencionada. No se dan cuenta de lo que hacen (o dejan de hacer). Tiene, sin duda, otro origen. He de descubrirlo, porque el malestar que estoy manifestando me saca de mis cabales.

6. Me doy cuenta de que yo mismo he generado esa dependencia de los otros, en mi afán por querer 'amar al prójimo', hacer el bien.

7. Reconozco que mi malestar se debe a que inconscientemente tenía expectativas depositadas en mis acciones. Y estas expectativas no se han cumplido en la medida que yo deseaba.

8. Soy, pues, un manipulador: reconozco que utilizo mi benevolencia (política y socialmente aceptable y reconocida) para obtener, ocultamente, algo a cambio. Sin duda, estoy buscando algún beneficio, algún tipo de redención.

9. ¿Qué es lo que me empuja secretamente a tratar de redimirme? ¿Dónde está el origen de esta expectativa? ¿Qué es eso que busco en los demás por medio de mis acciones aparentemente altruistas?

10. Si necesito algo, obviamente es porque no lo tengo. Luego hay un vacío en mi "interior" que busca compulsivamente ser colmado (satisfecho, alimentado).

11. Conecto con eso. Me doy cuenta de que muy profundamente, subyace un sentimiento de abandono, y de que esa abstracta sensación de abandono me provoca un dolor del que trato de 'escapar' buscando distracción (consuelo, reconocimiento, atención…) en otros (personas, eventos…)

12. El problema es que detecto que los demás también están afectados por el mismo problema de 'desabastecimiento'. Que nunca podrán satisfacer mi carencia. Es un dolor revelador.

13. Tomo consciencia de que en nadie, sino en mi mismo, hallaré al sanador de mi desasosiego.

14. Descartado cualquier otro recurso externo, decido cambiar el sentido de mi búsqueda: me vuelvo hacia dentro y decido contactar con mi 'interior', y le pregunto qué es lo que falta.

15. No falta nada ahora, me dice. Faltó en su día. Y dolió. Pero el dolor era tan insoportable que fue mejor pretender, disumulando, que no existía. Hice uso de mis anestésicos naturales (endorfinas, dopaminas…) para no sentir ese dolor. Y decidí convertirme en un superviviente, protegiéndome de futuros impactos. Asumí el rol de actor de mi mismo, interpretando a mi conveniencia, los papeles que las circunstancias me obligaban, a medida que se iban presentando. Me aplico una autoamnesia y consecuentemente me escindo en diferentes personalidades (jefe, empleado, padre, madre, compañero de trabajo, partenaire sexual, etc.) que interpreto copiando (heredando) el modo de actuar de otros 'actores'. Los que más a mano tuve en el momento de darme cuenta, de contactar, de tomar consciencia (epifanía) del sentimiento de soledad y abandono: decido actuar (no me queda más remedio –salvo decidir regresar por donde llegué: morirme) con mis hijos igual que mi padre actuó conmigo; tomo de mi madre (en el caso de que haya estado presente) el patrón más válido de mujer a la hora de buscarme una pareja, me vinculo en definitiva, con mi entorno en función de las referencias ineludibles que obtuve de mis progenitores.

16. Me he imbuido tanto de mi rol de actor que acabé convenciéndome de que en realidad soy todos esos papeles que interpreto.

17. El precio del olvido, me dice mi interior, es un enfado soterrado a no-sé-muy-bien-qué-todavía (aunque tengo una cada vez más fuerte sospecha), que busca alivio en los modos de vincularme –compulsivamente– con mi entorno. Y utilizo a ese entorno ya sea para culparlo (castigarlo, manipularlo, juzgarlo…) o para depender de él (rogarle, suplicarle, prostituirme…). En todo caso se convierte en una necesidad.

18. Llegado a un punto, y tras darme muchos golpes, asumo que estar enfadado no me sirve.

19. Decido que hay que abrir las ventanas de la parte de mi mente que permanece cerrada bajo llave: reactivar la memoria subconsciente. ¿Puedo hacerlo yo solo o necesito algún 'guía'? Si elijo aceptar ayuda, la pido ("el maestro aparece cuando el alumno está preparado")

20. Voy conscientemente a mi subconsciente y abro lentamente la puerta de entrada a mi platónica caverna, donde se ocultan todos los fantasmas y sombras que oculté en mi infancia más tierna (miedo, abandono/soledad…). Sé que, por doloroso que sea, no moriré en el intento.
La solución es dejarme llevar y salir definitivamente de mis cabales, sacarme yo mismo de mis casillas, sin esperar a que nada externo lo provoque. Decido que para ser auténtico y moralmente equilibrado, tengo que dejar de ser política y socialmente correcto. Necesito una catarsis interna antes de que la catarsis colectiva de la sociedad me arrastre en su vorágine global por el desagüe.

Lo que mata, no es 'el mono', sino una sobredosis de droga, cualquiera que sea la dependencia a la que me he vuelto adicto.

¿Quieres Paz en el mundo? Halla la paz en tu interior…
¿Quieres contactar con inteligencias exteriores? Contacta con tu sabiduría interior. Esta te llevará a aquellas.
La salud mental, emocional y física se fundamenta en la experiencia de la dimensión 'aquí/ahora'. Pero si no se es capaz de diferenciar entre las emociones presentes y las que tienen una raíz en el pasado, difícilmente se puede estar AQUI y AHORA con todos los sentidos.

No mata el recuerdo. Mata el olvido.




miércoles, 26 de enero de 2011

martes, 25 de enero de 2011

Alex Collier. Transformación Planetaria



















Tengo miedo




¿Qué has sentido al ver este video?
¿acaso miedo? Fantástico. Eso significa que eres un ser humano.

Tienes miedo porque no comprendes. Porque desconoces. Eso es lo que les pasa a los niños. No comprenden las reacciones de los adultos, pero no pueden evitarlas, pues emocionalmente dependen –hasta los siete años al menos– de la expresión que dichos adultos den a sus propias emociones, es decir, del modo en que las gestionen. Temer a lo desconocido es consecuencia de haber estado expuesto, de niño, a las incomprensibles (y a veces aleatorias) reacciones que dichos adultos tuvieron frente a lo desconocido, lo nuevo.
Los adultos reaccionamos con miedo frente a lo que no comprendemos. Y los niños son entidades muy receptivas que se percatan al instante de las energías que amparan a sus adultos. Es por ello que los niños acaban por imitar nuestros patrones de conducta.

Ante el miedo –una emoción vertiginosa que nos impide desenvolvernos naturalmente y tomar decisiones conscientes– que surge frente a una nueva situación nunca antes vivenciada, decidimos optar por uno de estos dos modos de reaccionar y canalizar dicho miedo:


1. Nos abandonamos a dicha emoción. Ejemplo: "Sí, acepto que hay vida inteligente ahí afuera. Me lo han contado (o lo he visto). Además estoy convencido de que son malvados y quieren invadirnos, tal como dicen en la tele y en el cine. Son peligrosos y más poderosos que yo. Necesito sentirme protegido de lo desconocido, por eso milito en este o aquel partido político, Iglesia o teoría filosófica. Por eso me creo todo lo que dicen los telediarios. No me interesan las secciones de opinión de los periódicos. Me siento seguro cuando delego en otros mi responsabilidad frente a lo desconocido. Me he equivocado muchas veces en la vida. Me siento culpable y me lamento todavía de cosas (fracasos, etc.) que pasaron hace tiempo. Los perros me asustan y los agresivos me ladran por allí donde vaya. Incluso me han atacado alguna vez.
Y negaré cualquier argumento que pretenda hacerme ver otra cosa.

2. Negar que existe: Levantar una fortificación para pretender y convencerme de que no tengo miedo. Ejemplo: "Solo los cobardes tienen miedo. Los valientes no lloran. No existen los fantasmas, los demonios, los seres extraterrestres. No quiero comprender ni integrar la posibilidad de cualquier tipo de realidad que no pueda percibir con mis cinco sentidos. No hay más vida inteligente en el espacio que la conocida en la Tierra. Todo lo demás es ridículo. Yo no tengo ni miedo ni me siento culpable por nada. Punto. Y combatiré física o dialécticamente a todo el que trate de llevarme la contraria. Y ojo, que tengo un perro al que he entrenado para servir de protección a mi y a los mios. (Es más, trataré de convencer por todos los medios a mi alcance, que mi postura es la adecuada, y de paso me burlaré de todos los miedosos y cobardes, gente inferior que no sabe valerse por si misma y a la que acabo por considerar una lacra para el progreso humano."


Estas dos posturas, aparentemente antagonistas, no son sino complementarias. Aunque una niega a la otra, ambas tienen un común denominador: el miedo a lo desconocido.
Unos escapan de lo que no comprenden, desaprovechando la oportunidad que eso les ofrece para crecer y liberarse del temor. Los otros deciden sentirse embargados por el miedo y acaban convirtiéndolo en el motor de su vida. Lo necesitan para sobrevivir. Y en cierto modo les inhibe de la responsabilidad de tomar el timón de sus vidas, pues alimentar el paralizante victimismo, inhibe la responsabilidad frente a los eventos y la consecuente oportunidad de afrontarlos y crecer.

El miedo, al igual que cualquier otra energía generada y derivada por una agente o contingencia externa, si no es aceptado y como un perro, 'domesticado', acaba convirtiéndose en un tirano para quien se abandona a él y le permite regir sus destinos como un cruel dictador que no quiere ser, y obligando a los partisanos del segundo grupo, a crearse una adicción para mantenerlo a raya, al margen de la mente consciente.
Dependiendo del potencial de cada persona en función de su carta natal, uno puede tratar de sublimar el miedo entregándose febrilmente a su ocupación laboral, haciendo deporte de un modo ferozmente competitivo, zambulliéndose en prácticas sexuales sádicas o masoquistas o cayendo directamente en la adicción a sustancias que rebasen los efectos sedantes o estimulantes de las endorfinas o dopaminas, etc, según sea el caso.

En todo caso, sean las imágenes de este video, la violación de la intimidad sexual de un menor de edad, la pérdida de tu empleo o el colapso de sistema financiero mundial, el evento acontecido, es decir la realidad (acontecimiento, agente) que provoca el miedo seguirá existiendo. Y seguirá tocando, cada vez más insistentemente, a la puerta del afectado, clamando para que la emoción contenida que ese agente originó, sea integrada en la parte consciente de la mente de la víctima.

¿Vas a seguir escapando del miedo –huyendo de él o utilizándolo como tiránico alimento– o vas a enfrentar a la fiera y la vas a abrazar, como se abraza a un hijo rebelde drogodependiente que lo que grita en silencio es que simplemente lo quieran?

Aceptar y manifestar elocuente (liberar) y conscientemente la emoción (el estallido de incomprensión) asociada al acontecimiento desencadenante, es esencial para descargar presión sobre el cuerpo emocional (alma) y evitar que las bajas frecuencias vibratorias que la contención de la emoción acarrea, repercutan en el cuerpo físico, debilitándolo y acortando una vida que podría prolongarse más allá de lo imaginable.

Aceptar las enfermedades tiene como finalidad evitar la negación, y la consecuente (e incomprensible para ella) batalla que por medio de la farmacopea se desencadena para restituir de forma ignorante la salud del cuerpo físico.

No somos tan solo un cuerpo físico. Esa es tan solo una sagrada vestimenta, necesaria para poder abrigar la presencia de una entidad espiritual, mucho más ingrávida y gentil, imperceptible a los burdos sentidos de esta dimensión espacio-temporal aquí en este planeta.

Os voy a poner un ejemplo. Imaginad a una mujer quien, en una vida previa, tuvo un marido que era totalmente posesivo y dominante. Durante un tiempo ella aceptó esta actitud de su marido en parte porque encontraba dicha actitud natural y seductora –probablemente porque su propio padre tenía ese carácter–, pero llegado un cierto punto ella experimenta un cambio de consciencia y decide que ya era suficiente y rompe la relación. Pero más tarde el marido, incapaz de soportar el abandono, se suicida. La mujer siente remordimientos. Cree que es culpable por lo sucedido. Se pregunta si acaso no debería ella haberle dado a él otra oportunidad. Ella acarrea este sentimiento de culpa durante el resto de su vida.

En otra vida ellos deciden volverse a encontrar, pues algo ha quedado pendiente de su vinculación que necesitan resolver para despedirse y seguir adelante. Se produce una singular atracción entre ellos. Al principio, el hombre es excepcionalmente encantador y ella es el centro de su atención. Él la adora. Los papeles de repiten. Comienzan una relación. A partir de entonces él se vuelve cada vez más celoso y posesivo. Él sospecha de adulterio por parte de ella. Ella se halla a sí misma en una disputa interior. Ella está enfadada y perturbada a causa de que él la acuse equivocadamente, pero ella también siente una extraña obligación a ser indulgente y a darle a él otra oportunidad. Él es un hombre herido, ella piensa, él no puede experimentar el temor a ser abandonado. Tal vez yo pueda ayudarle a superarlo. Ella justifica su comportamiento de este modo pero en realidad ella permite que sus límites personales sean violados. La relación afecta negativamente su autoestima.

La elección más liberadora para la mujer habría sido ahora aprovechar el reencuentro en esta vida y romper la relación para poder seguir su propio camino sin sentirse culpable. El dolor y miedo del marido no son de su responsabilidad. El dolor del marido y la sensación de culpa de ella los han llevado a una relación destructiva. Su relación ya estaba cargada emocionalmente a causa de una vida anterior. El significado del encuentro repetido es que la mujer debe aprender a dejar que las cosas prosigan sin sentimientos de culpa y que el hombre debe aprender a sostenerse por sus propios pies emocionalmente. Por lo tanto la única solución real es romper la relación. La solución para el karma de la mujer es finalmente soltar su sensación de culpa. El ‘error’ que ella comete en su vida anterior no fue que ella abandonó a su marido sino que ella se sintió responsable por su suicidio. La partida de su esposa en esta vida confrontaría al marido nuevamente con su propio dolor y temor y esto le ofrecería a él una nueva oportunidad de enfrentar estas emociones en lugar de escapar de ellas suicidándose.


Eres espíritu, eterno e intemporal espíritu, co-creador de toda la realidad que te rodea. Todo el caos mental que has padecido y el daño que fruto de ese caos te has infligido a ti y a los que te rodean, está muy próximo a terminar. Una justa y amorosa era de paz y armonía está tocando ya a las puertas de tu corazón. ¿Lo estás oyendo?

¿estás list@?

Los libros de historia te han contado toda la violencia que existió antes de que vinieras al mundo. Ahora, los medios más acordes con la tecnología, te están profetizando la violencia y el caos que auguran va a tener lugar. Pero lo único cierto es que tú solo sientes los efectos del caos y violencia que has presenciado desde que naciste y que sigues experimentando actualmente.
Quizá seas de esas personas que todavía, a pesar de la violencia que presencias, se sigue preguntando:
"¿Por qué?"

Si eres de esas personas, sentirás una inquietud natural por obtener respuestas lejos de los medios habituales, los focos adoctrinantes que la raza humana ha conocido hasta ahora y que han servido a los paladines de la testosterona para informarte de dónde está la frontera entre lo divino y lo humano, el bien y el mal lo correcto y lo inadecuado, lo verdadero y lo falso y todo ese cúmulo de percepciones polarizadas que os tienen, a ti y a tus antepasados, atenazados por la dependencia de los que hasta ahora nos han gobernado.

Querer acceder a la realidad que se halla detrás del escenario, entre bambalinas, es algo que está latente en todos los Humanos. Pero solo aquellos que, a pesar de la vorágine de los acontecimientos diarios, deciden hacen uso de su capacidad de discernimiento, se están acercando a un nivel superior de comprensión de un concepto que descolló en el siglo XV: la perspectiva. Esta técnica pictórica no fue sino un símbolo del despertar (renacer) a una nueva óptica (consciencia) acerca de la posición que ocupa el hombre en su realidad.

Los Masaccio, Leonardo, Miguel Angel, Rafael y tantos otros mostraron al mundo que la realidad observada varía en función de la posición que adopta el observador. Picados, contrapicados, luces y sombras. Todo remitía a la antigua y recuperada máxima Aristotélica 'Nada es lo que ves. La realidad es del color del cristal a través de la que es observada'. Luego vinieron Copérnico y más tarde Galileo para servirnos el postre, y ponerle la guinda a la nueva óptica que los artistas habían revelado. Obviamente se encontraron con una fuerte oposición, la misma, curiosamente, que hoy está tratando de mantenerte sumido en la ignorancia de lo que te voy a contar.

En el año 1849, el arqueólogo Austen Henry Layard excavaba en el palacio de Kalhu, la antigua capital de Asiria, más conocida como Nínive. Entre las innumerables piezas que rescató descubrió lo que desde el principio le pareció una lente de cristal…

Querer saber está bien. Es innato en la naturaleza humana, pero la carrera por el conocimiento, por el descubrimiento, que está muy bien, nos ha hecho dejar muchas cosas por el camino…

Rendirse a la magnificencia del cosmos y abandonarse al río de la vida, aceptando que uno se está viendo superado por el tsunami de acontecimientos, desclasificaciones y catarsis emocionales de todo orden, es la llave que abre la puerta de la habitación en la que hemos ocultado todo eso que nos hemos dejado por el camino. Aceptar hacer un alto en el camino de la furia y reconocer que en esta exploración nos hemos matado entre nosotros para saber más, para 'progresar' en el sentido más amplio y legítimo del término, es lo más sanador que podemos hacer por nosotros mismos. Y créeme si te digo que la sanación es lo que quieres, muy dentro de ti.

Hemos de reconocer que todos hemos dado codazos a diestro y siniestro para ser 'los primeros de la clase' y hemos hecho daño. Y no solo hemos sido 'verdugos' más o menos implacables (eso cada cual verá) sino también víctimas, encarnación tras generación, de la tiranía (aparentemente externa) del dictador interno, ese mono que no deja de parlotear en su desesperada búsqueda por darle un sentido a la vida (la madre de las desclasificaciones). Y en esas hemos sufrido como hijos de padres insensibles que, desorientados, hicieron lo que pudieron, pero que atenazados por la confusión, nos dijeron que para sobrevivir en este inhóspito mundo hay que ser más fuertes que los demás. Y compramos ese argumento. ¿Qué remedio, verdad? Eran nuestros padres. Si no les hacíamos caso a ellos, a quié se lo haríamos. Ese es el origen del consumismo desbocado que nos ha llevado a la coyuntura actual. Lo que ahora toca es 'despertar' de nuevo a un nuevo cíclo, 500 años después, en el que el velo de Isis (Maya para la tradición védica) ya está siendo levantado. Todo el caos que estamos presenciando es consecuencia del colapso/derrumbe de los andamios que mantenían apuntalado el escenario de esta gran tragicomedia que es la vida, una perfecta y majestuosa representación que nosotros mismos hemos estado, vida tras vida, interpretando con roles que nos hemos autoasignado. Nos somos el periodista, el funcionario, el panadero, la peluquera, el marido, la nieta…eso son nuestros papeles, los que más convenientemente nos han ayudado a explorar el universo, a expandirlo, como dice el brillante físico (y metafísico) Nassim Haramein. Y lo mejor de todo es que todos somos parte, a la vez, del actor principal: el autor de la obra y arquitecto del teatro. Somos Dios. Nosotros mismos. Al igual que Livingstone no hubiera descubierto las cataratas Victoria si conociese de su existencia de antemano, para llevar a cabo este magnífico plan en el que la ignorancia ha jugado un papel inevitable, consensuamos asignamos algo fantástico: una amnesia colectiva. Obviamente, como consecuencia de la ignorancia desencadenada, sabíamos que nos haríamos daño, en una escalada sin precedentes, así que para poder interpretar cada uno su papel, nos dictamos una ley que ponía a cada cual en su sitio, permitiéndole recapacitar sobre los actos cometidos: el karma.
Y en esas estamos, tratando de regresar a casa, despidiéndonos pacíficamente y entre risas, de todo el matete (como dicen los argentinos) que hemos organizado. Es tiempo de dis-culparnos por todo el caos que hemos generado, cada cual en su esfera de dominio (gobernantes, militares, vicarios religiosos, padres de familia, compañeros de estudios…). No queremos la culpa. Es tiempo de devolvérsela a los que nos la han endilgado. Lo hecho, hecho está. Que cada cual haga examen de conciencia y en la medida que cada uno vea su epifanía revelada, asuma su responsabilidad dedíquese a tolerar a los demás, a ofrecer la otra mejilla antes de devolver instintivamente la bofetada recibida. Porque cada uno tiene el poder de detener la destrucción, desde el momento que es capaz de dar un paso atrás (como dice Eckart Tolle) y observar los acontecimientos desde 'afuera', como cuentan que hacen esas personas que han estado científicamente (clínicamente) 'muertas', y han observado sus cuerpos desde el techo de la habitación. Ellos necesitaron llegar a ese extremo para tomar conciencia de una realidad a la que TU puedes acceder sin necesidad de tener que llegar al extremo de presenciar tu propia muerte y regresar para contar lo que hay más allá.

Es tiempo de identificar y sanar (integrar) las heridas que los comportamientos adictivos nos han ocasionado y han repercutido, inevitablemente, en nuestro entorno. No vamos a devolverle la salud al planeta porque ese no es nuestro papel. Ella misma está sanándose. Es su momento. Ella es consciente del fin de ciclo que este momento constituye, y está actuando en consonancia. Estaba escrito hace tiempo. La cuestión es: ¿Estás list@ y 'a la altura de las circunstancias' para aceptar y acompañarla en su regeneración? ¿Estás list@ para sentir compasión por cada ser vivo? ¿Estás listo para dejar de juzgar?
¿Buscas la paz en el mundo? Busca la paz en tu interior. ¿No sabes cómo?

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.»

domingo, 23 de enero de 2011

Culpa vs. Responsabilidad



¿Quién no se ha sentido culpable en su vida? Seguramente te ha pasado, que has herido a otra persona sin querer (inconscientemente) y luego has sentido una gran culpa. Todos cometemos errores, algunos insignificantes y otros que tienen mayor repercusión. El hecho es que cuando uno de estos errores afecta de alguna manera a otra persona, nos sentimos mal. Pero ¿por qué nos sentimos mal? ¿por qué nos sentimos 'culpables'? Curiosamente tenemos mayor facilidad en detectar el dolor causado en otros –normalmente porque el agredido se encarga ineludiblemente de hacernos saber su malestar–  que en en reconocernos a nosotros mismos/as como víctimas directas de nuestros actos inconscientes. Es decir cuando nos agredimos a nosotros mismos, negándonos el disfrute de algo (no comer un helado porque 'engorda', etc…)
La sentimiento de culpa es un indicador de que estamos quebrantando alguna norma social consensuada, ya se trate de reglas establecidas formalmente –como respetar las normas de circulación del tráfico, pagar impuestos…– o límites implícitos que nos hemos autoimpuesto porque nos decían que no podían transgredirse, como que no hay que decir palabras feas o insultar, en definitiva cualquier expresión que conlleve herir los sentimientos de otros (por acción u omisión). La culpa está íntimamente ligada a otra emoción muy dañino: el rencor


La culpa, pues, se define como el estado emocional que surge de pensar que hemos actuado de manera indebida, ya sea que hicimos algo que no debimos haber hecho, o que no hicimos algo que se consideraba correcto hacer. La culpa es una actitud personal autolesiva, originada por emociones contenidas. Y estas emociones, a su vez, tienen su fuente en pensamientos perturbadores, aceptados y asimilados del pensamiento inconsciente colectivo (global) del resto de personas, que incorporamos, automáticamente, en la balanza de nuestros criterios personales sin cotejar ni sopesar su credibilidad en la mágica balanza de nuestro discernimiento (sentido común), esa a la que desgraciadamente no solemos conceder excesivo crédito: nuestra intuición.


Como consecuencia, dichos pensamientos 'heredados' nos llevan a juzgarnos precipitadamente y ello repercute en una actitud auto-devaluadora, calificándonos negativamente ("Soy una mierda, qué mala persona soy…") muchas veces antes de que hayamos 'metido la pata'. Curiosamente cuando la hemos metido, tendemos a exonerarnos de toda responsabilidad con el típico 'yo no he sido'.


La culpa surge pues de manera automática, y nos suele indicar que algo en nuestra conducta no está en armonía con lo que nos enseñaron y nosotros hemos aceptado y consideramos como adecuado. 


En las estadísticamente escasas ocasiones en que reconocemos el error tendemos a ahogarnos en el sentimiento de culpa, ese mar irreal que creamos de la nada. Los psicólogos en general nos dicen que culpabilizarse no sirve de nada. Ni nos sirve a nosotros ni a la persona a quien hemos lastimado. Y sin embargo ahí está. La culpa. Se instala y no hay Dios que la mueva de la cabeza.


Dicen que un error no se convierte en equivocación mientras se acepte repararlo.

De lo que se trata realmente es de asumir nuestros actos, y hacernos responsables de enmendar las situaciones que hemos desequilibrado con nuestra inconsciente (lo hice sin darme cuenta…), hasta donde eso sea posible. Hay una gran diferencia entre sentirme culpable y sentirme responsable. La culpa hace que uno se sienta mal consigo. Y si la actitud auto-devaluante y autolesiva persiste existen serios riesgos de que el malestar se filtre hasta el dominio del cuerpo físico, originando una enfermedad. Asumir la responsabilidad ante el daño ocasionado significa, por el contrario, que tomo consciencia de que yo he sido quien ha ocasionado el dolor ajeno (o propio!), aceptando que cometí un error, pero decido no cargar con una losa añadida en mis espaldas. ¿cómo se hace eso? Dirás.
Te pondré un ejemplo:
Imagínate que estás a la mesa comiendo con un amigo. De repente, en el calor de un intercambio de pareceres sobre un tema, haces un brusco (y habitual en ti) ademán o aspaviento con tu brazo y tiras el vaso de agua que estaba frente a ti, bañando por completo a dicho amigo.
Los pasos a seguir para reaccionar con responsabilidad en vez de con culpa son:
1. Lo primero que haces es reconocer ante ti mismo que cometiste un error. Es imprescindible. Muchas personas se bloquean en este paso, y no pueden siquiera aceptar que se equivocaron. Niegan la responsabilidad de su autoría y automáticamente (inconscientemente) la trasladan a algo (circunstancia, objeto o sujeto) externo. Pueden llegar a incorporar pensamientos del tipo "vaya, qué vaso tan inestable, por su culpa ahora estás empadado” (ante la estupefacción del afectado). Debes aceptar fuiste tú quien cometió el error.
2. Entonces puedes pedirle al afectado que no te inculpe (pedir disculpas). Hacerle saber a tu amigo, que honestamente lamentas lo sucedido, que asumes el hecho y que (por obvio que suene) no fue tu intención consciente. Esta es la parte de asumir tu conducta, tu error, frente al/los involucrado/s.
3. Asumir la responsabilidad implica, a continuación, mostrar disposición a reparar, resolver, componer en la medida de lo necesario (y posible para ti) para que la situación retome su cauce. En el caso de tu amigo, quizá debas preguntarle al camarero o a tu mismo compañero el modo más adecuado para reparar el error (si es que tú mismo no tienes la respuesta en ese instante). Le ayudas: le alcanzas unas servilletas, le acompañas al baño (aunque si se trata de una dama eso ni se te ocurra) para ayudarle a secar su ropa, o llevarlo, si se tercia, a su casa para que se cambie de ropa, o bien ofrecerle pagarle la tintorería, y si quieres exagerar, ofrecerte a comprarle nueva ropa. Por proponer que no quede (cuanto más solícito te muestres, más comprensivo se mostrará el afectado. Dar opciones para arreglar aquello que tú “descompusiste” sería actuar responsablemente.Y aquí viene lo más importante: ESTO ES TODO lo que puedes hacer por enmendar por esa persona, NO PUEDES HACER MÁS.
4. Y ahora viene algo interesante y complicado: finalmente, una vez has solicitado las disculpas del afectado (ello no significa necesariamente que las recibas, eso no importa), es vital que TE DISCULPES A TI MISMO. Debes reconocer ante ti mismo que ser humano implica que a veces te equivocas. Errare humanum est. Este paso es fundamental, para que te disculpes (te descargues de la eventual culpa que otros (o tú mismo) decidan cargarte.
Si te fijas, todos estos pasos tienen que ver contigo, no con el otro. Ni siquiera merece consideración si el otro, como consecuencia de tu error/torpeza se enojó o no, si aceptó tus disculpas o no, si se ofendió o le dio un ataque de risa. Esa es su circunstancia. Nada de eso depende de ti. Tú únicamente puedes hacer aquello que está en tus manos, que es reconocer, pedir disculpas, resolver hasta donde te sea posible, y disculparte a ti mismo.
Imposible cambiar las reacciones del otro. Si el otro se enfada y a pesar de tus disculpas y tu oferta de reparación, te insulta y decide seguir enojado, no aceptando que no fue tu intención, ese ya es problema suyo, no tuyo. No puedes revertir la cadena de acontecimientos. Lo hecho, hecho está. Se repara en la medida de lo necesario (si es posible) y te disculpas.
En resumen: una vez que tu ya hiciste lo que está en tus manos, ya no puedes hacer más. Ya no depende de ti. Tú ya hiciste lo correcto. En la vida suceden cosas. No se puede pasar de puntillas por la vida tratando de no manchar nada.
Ya aceptaste tu error y ofreciste corregir el problema. Puedes estar en paz y tranquilo contigo. Si tú ya te perdonaste, puedes sentirte bien contigo, aún sabiendo que cometiste un error. Si el otro está enojado y tú quieres ayudarle con su emoción, puedes pedirle disculpas otra vez, puedes acompañarle en su enojo (compasión) pero consciente de que no tienes por qué asumir responsabilidad por las reacciones de otra persona. Quizá puedas intentar ayudarle a que se sienta bien, pero no eres responsable de su mente y todo lo que acumula en ella.
Esta es la gran diferencia entre sentirte culpable y sentirte responsable. Con la culpa sientes que tú estás mal, te sientes mal contigo (y eres susceptible al chantaje y manipulación de otras personas que necesiten manipularte). Al hacerte responsable asumes la autoría y la incomodidad que te embarga por el error, pero al final decides no culparte. Eso te restituye la paz interna.
Hay una gran diferencia, pues, entre sentirse culpable y hacerse responsable.
Ahora bien, no se trata de decir“bueno, en adelante ya no me voy a sentir culpable de lo que haga y si vuelve a suceder algo semejante haré como si no pasase nada”. Esto sería una actitud inmadura e incluso psicopática. Se trata de reconocer mi error y hacerme responsable de él. Solamente puedo hacer algo por remediarlo hasta cierto punto. Más allá de eso ya no puedo. Ya no depende de mi.
Tampoco se trata de andar por la vida actuando sin pensar y cometiendo errores a diestro y siniestro pensando que “si el otro se enoja, ese ya no es mi problema”. Eso también sería una actitud inmadura, propia de un niño que no sabe medir las consecuencias de sus actos y no tiene conciencia de cómo sus actos repercute en su entorno, pues vive centrado en si mismo.
Se trata de aceptar que eres humano, que te vas a equivocar, y que eso es inevitable. Que sentirte mal contigo por esos errores no sirve de mucho. Que es mejor aceptar tus fallos como parte de tu naturaleza y del proceso de crecimiento, y actuar con madurez y con responsabilidad frente a los demás.
Este es un ejemplo de un error poco relevante, pero lo mismo sirve para cualquier equivocación. No importa la dimensión de ésta. Lo único que está en tus manos finalmente es reconocerlo, disculparte, intentar solucionarlo hasta donde es posible y aprender de ello. Muchas veces, como dije, no hay solución para la situación.
El sentirte culpable no va a regresar el tiempo. Hay que aceptar las cosas como son, asumiendo la responsabilidad de nuestros actos, y sintiéndote bien contigo mismo en toda situación. Valorarte a ti mismo frente a éxitos y frente a fracasos, frente a aciertos y sobre todo, frente a los errores –que son de las cosas más normales y comunes de la vida– es el camino para convertirte en una persona integrada con tu entorno y sobretodo contigo mismo.
Ahora bien, tal vez te cueste acallar una voz en tu interior que insistentemente te acusa: “pero si fui yo quien lo mojó, es mi culpa que esté enojado”. Si, a pesar de todo, no consigues aparcar la culpa, manejar tus emociones, tener mejores relaciones con otros, tener una autoestima sólida y vivenciar un crecimiento personal constante, entonces quizá estés receptivo a dar el paso 5:
Llegado a este punto, quizá decidas recapacitar y admitir que:
1. No es la primera vez que sucede algo similar. Esta vez ha sido un vaso, pero hace un mes, dejándote llevar por otra emoción similar cometiste un error con consecuencias más calamitosas.
2. En ti hay un/a rebelde que detesta en el fondo tener que pedir disculpas y confiesas valientemente que lo haces a regañadientes. Incluso de que te percatas de que el destinatario de tu petición se da cuenta de tu falsedad en el testimonio (con lo cual cualquier disculpa que recibas será un paripé)
3. Ya no te conformas con ir sobreviviendo y tratando de superar los obstáculos que admites que tú mismo te colocas en el camino
4. Si reconoces –después de mucho tropezar– que hay un cúmulo de actitudes en ti que te incomodan y te ponen en evidencia.
5. Si deseas tomar las riendas de ese caballo desbocado, o mono compulsivamente parlanchín que va donde quiere y dice lo que quiere, en lugar de ir donde tu le mandas o decir lo que ordenas.
Si aceptas cualquiera de estos puntos…entonces estás de enhorabuena. Si, a pesar de aceptar que actuaste inconscientemente, reconoces que te cuesta horrores disculparte, debes saber que estás en la senda de la sanación espiritual.
Atrévete entonces a escarbar en la raíz de una actitud, gesto, expresión o comportamiento frecuente que brota siempre "sin pedir permiso" (a veces cuando menos lo esperas). A medida que tomes conciencia de que tu mente, siempre que te enfrentas a una disyuntiva, demuestra estar escindida en dos partes, la consciente y la inconsciente, detectarás que afloran dos mensajes:
1. El primero es muy insistente. Te advierte y pone al corriente de las experiencias pasadas, y las proyecta al futuro haciendo predicciones en virtud del pasado, incitándote con ello, ya sea a ponerte férreamente a la defensiva o a desinhibirte por completo y abandonarte a estados eufóricos. En todo caso apela a tu deseo. Tiende a emitir precipitadamente juicios de valor sobre las personas que la circunstancia involucra (tú incluido) y el síntoma más fiable para reconocer la procedencia de esta 'voz' es que su mensaje viene teñido de una inconfundible impaciencia, ordenándote que tomes una decisión inmediata al respecto de la circunstancia acaecida. Por eso suena en primer lugar.
2. El segundo mensaje procede de una vocecita que espera pacientemente a que la primera concluya su discurso. Procede de tu más profundo interior y te susurra en tono amable y exento de cualquier reproche, desde la intuición, apelando al sentido común (el menos común de los sentidos, por cierto) que escuches y obres según te dicte el corazón.
Si te propones averiguar por qué actuaste de ese modo hiriente con otro (y contigo mismo porque reconoces que no deseas repetirlo y cuando ocurre te duele) o permitiste que otro fuera hiriente contigo sin manifestar la legítima emoción que experimentaste, y liberarte de ese dictador interno que manipula tu día a día, entonces serás conducido a la percepción de una perspectiva nueva de la vida de la que saldrás muy fortalecido.
Reconocer y aceptar como nada aleatorio el patrón oculto (inconsciente) de conducta que te ha empujado (y te sigue empujando) a actuar de modos indeseados, y proponerte acceder al epidentro/origen de la circunstancia acaecida, es algo que solo está al alcance de unos pocos valientes.
“Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:31)
Se precisa coraje. Tienes el necesario.

viernes, 21 de enero de 2011

El método Tomatis

F, mi 'hermano' del alma, me manda esto: "El método Tomatis paliaría un tercio del fracaso escolar". Entrevista a Cori López i Xammar. Especialista en el método Tomatis. Extraído de La Contra de la Vanguardia (21/01/11)

Quién era Alfred Tomatis?

El doctor Tomatis (1920-2001) era físico y otorrinolaringólogo, nacido en París de madre cantante de ópera y padre intérprete de bajo.


¿Qué descubrió?

Que las vibraciones percibidas por el embrión en el útero materno... lo codifican.


¿Con qué consecuencias?

A la tercera semana de gestación aparece en el embrión un preoído que irá madurando con el sistema nervioso: el embrión escucha, y reacciona a esa escucha.


¿Qué aconsejaría a la mujer gestante?

Uno: que procure sentirse bien emocionalmente. Dos: que cante (aunque desafine). Su voz –vía columna vertebral y filtrada por el líquido amniótico– llega al embrión. Eso activa su escucha: le será muy útil afuera...


¿Qué más descubrió Tomatis?

Lo que formuló en la ley Tomatis: “La voz sólo contiene las frecuencias que el oído es capaz de analizar”.


¿Qué entiende por analizar?

Equivale al concepto de escucha, más allá del de audición: por razones diversas podemos dejar de atender, de escuchar una frecuencia sonora determinada.


¿Cómo llegó a esa conclusión?

Su madre le enviaba cantantes de ópera que habían comenzado a desafinar: Tomatis detectó que cada disfunción afectaba a un registro tonal determinado. Y, mediante tests auditivos, descubrió algo inesperado.


¿El qué?

Que la audición de esa persona tenía desactivada la escucha justamente en ese registro.


¿El oído puede hacer eso?

El cerebro lo hace: la escucha es voluntaria, selectiva y de base neurofisiológica. Y ciertos detonantes pueden inhibir la escucha... en una determinada frecuencia sónica.


¿Qué detonantes son esos?

Si está usted encerrado en un cuarto con alguien que empieza a insultarle gravemente, usted bloqueará su escucha. Otro ejemplo: si una madre chilla mucho a su niño, la escucha de ese niño bloqueará ¡por autodefensa, por autoprotección, por reflejo de supervivencia! la escucha de la frecuencia más agresiva e hiriente para él, ese registro sonoro.


¿Y eso es grave?

¡Ese niño tendrá problemas de aprendizaje en la escuela! Su escucha falla en algún punto... y no comprende bien a la profesora.


¿Y curó Alfred Tomatis a sus pacientes cantantes de ópera?

Sí. Ideó una terapia: un oído electrónico. Este aparato amplifica una grabación de voz o de música justo en esa frecuencia en que al paciente le falla la escucha. Y mediante unos auriculares se le hace escuchar esa rabación durante varias sesiones...


¿Y luego qué?

¡Eso activa la base neurofisiológica de la escucha! Al cabo de esas sesiones, la escucha queda restaurada: el cerebro recupera capacidad para analizar esa frecuencia, tenerla en cuenta, ¡escucharla! Y, entonces, esos pacientes volvían a cantar bien.


¿Así de fácil?

¡Sí! Y entonces el doctor Tomatis se dio cuenta de algo extraordinario...


¿De qué?

Esos cantantes, tras las sesiones de restauración de la escucha, ¡mejoraban también psicológicamente, recuperaban su armonía anímica! Así creó la audiopsicofonología.


¿Oído y psique están vinculados, pues?

Tomatis comprendió algo que hoy la neurociencia constata: la inhibición de la escucha en una frecuencia concreta expresa un trauma psicológico, un conflicto anímico.


¿Qué tipo de conflictos?

La ansiedad sobre todo: ¡el método Tomatis es un potentísimo ansiolítico! Y disfunciones conductuales, tics, miedo a hablar en público, algunas depresiones y psicosis... El método Tomatis los sana mediante la reparación de las disfunciones de escucha.


¿Cómo funciona este método?

Una vez localizado –mediante ciertos tests diseñados al afecto– el registro que el paciente no escucha, se le somete a sesiones de escucha de una música o voz amplificada en ese registro. Y así se activan los enlaces neuronales inhibidos... y entonces vuelve a escuchar bien el mundo, a armonizarse, a tomar plena conciencia de sí mismo.


¿En qué casos es especialmente recomendable el método Tomatis?

Si se aplicase sistemáticamente en nuestros colegios..., el actual 30% de fracaso escolar español ¡descendería a la mitad!


¡La mitad! Eso es muchísimo...

¡Por eso es escandaloso que no lo apliquemos! En Polonia se aplica en 200 escuelas, con grandes resultados y a un coste bajísimo. Tras varias sesiones de escucha, el niño con dificultades se centra, mejora su comprensión oral y lectora..., ¡solventa sus dificultades de aprendizaje!


¿Qué se le hace escuchar?

Música de Mozart o la voz de la madre, filtrándolo todo en las frecuencias convenientes en cada caso.


¿Por qué Mozart?

Los compases de su música coinciden con el ritmo neurológico humano. También es útil el gregoriano, que nos acompasa con el correcto tempo fisiológico respiratorio.


Si este método es tan útil, ¿por qué no está más extendido?

Por resistencias por parte de psicólogos convencionales. ¡No puedo entenderlo! Me indigna, porque esas reticencias están frenando unas mejoras colosales.



Esta es mi respuesta:


Querido F,


En la entrevista dice: "¿Qué aconsejaría a la mujer gestante?"

Respuesta: "Uno: que procure sentirse bien emocionalmente."


……


Como consejo, está bien. A estas alturas nadie en su sano juicio negaría que una embarazada feliz tendrá un hijo más sano emocionalmente que una madre infeliz. La intención es, pues, muy loable. Pero como decía el sabio y te demostraré: "de buenas intenciones están llenos los cementerios".

Haciendo un símil, diría que es como si alguien que no sepa nadar le diga a alguien que se está ahogando, que nade. Es probable que se esté ahogando porque no sabe nadar. Y bien, ¿Cómo le enseñas a nadar a alguien que se está ahogando si tú mismo no sabes nadar?

Es decir, es muy fácil decir que una mujer gestante debe sentirse bien emocionalmente. Todos sabemos que estar feliz emocionalmente es bueno, faltaría más. Pero si por mucho que se lo proponga a esta mujer gestante no le sale de natural ser feliz…(y me sé de muchos casos) ¿qué es lo que concretamente debe hacer la mujer gestante para conseguirlo? A eso, Tomatis no da respuesta. Y allí es donde falla el método y se desmorona como castillo de naipes.


El tal Tomatis, lo que hace es tirarle un tronco al náufrago para que pueda coger un respiro. Es decir, podrá (o no) devolver la capacidad auditiva de las frecuencias acústicas bloquedas. Pero ¿quién dice que esos síntomas desaparecerán para siempre?


Se puede detener la expansión de un tumor utilizando fármacos o compuestos químicos capaces de destruir (citotóxicos) o frenar el desarrollo (citostáticos) de las células cancerosas. Pero si el evento (causa) psicosomático que ha originado la bajada de las defensas de las células –y consecuentemente su infección– no es tenido en cuenta y traído a la mente consciente, manifestando y liberando las emociones que se ocultan tras él, el cáncer o cualquier otra patología, volverá a manifestarse. Y esta vez lo hará con más virulencia, porque los virus, una vez combatidos con quimioterapia, por debilitados que aparenten haber quedado, se atrincheran y resisten, 'aprenden' a protegerse de ulteriores tratamientos antígenos. Y salen reforzados porque han aprendido a defenderse de los ataques recibidos.


El descubrimiento de sustancias químicas hipotéticamente más potentes y desconcertantes para el virus en cuestión no conduce sino a una escalada bélica entre antígenos y el propio virus, que a la postre acaba –si el enfermo lo resiste– por fortalecer y hacer más invulnerable si cabe al virus.


Lo que sucede con un tumor que ha detectado que no es aceptado y se le quiere 'combatir' es que trata de escapar hacia otros rincones del cuerpo para así poder manifestarse sin obstáculos. Es entonces cuando se produce la metástasis. Entonces el cáncer, en un 95% de los casos, se vuelve mortal de forma irreversible.


Los niños con discapacidad auditiva que menciona Cori López, decidieron –inconscientemente– censurar su capacidad auditiva de ciertas frecuencias, como resultado de un trauma imposible de integrar a una edad demasiado tierna.


Utilizados como cobayas, el método Tomatis 'obliga' a estos niños a escuchar algo que ellos decidieron ocultar. Como consecuencia, puede que aumente su capacidad auditiva, pero en la práctica totalidad de los casos, el insoportable dolor del trauma original –que está grabado en su subconsciente y que deja desnudo (destapa) a la fuerza el método Tomatis– va a obligar a estos niños (quizá ya no tan niños) a 'taparse los oídos' de otra manera.

Al igual que hacen las células ya infectadas por el virus cancerígeno, las células que reprimen la percepción de los sonidos perturbadores, van a instalarse en otra parte del cuerpo, desencadenando con mucha probabilidad un tumor más veloz y fuertemente manifiesto. El método Tomatis y cualquier tratamiento analgésico con fármacos sintéticos que trate de rebasar las atribuciones de las endorfinas que naturalmente segrega el cuerpo, está consecuente e ineludiblemente destinado a agravar la enfermedad.


Es por ello que la solución más cabal ante cualquier patología física (no solo un tumor cancerígeno) es, por contradictorio que suene, aceptar la enfermedad. Eso es el 50% (si no más) del proceso de sanación definitiva.

A continuación, se precisa conectar con la responsabilidad interna del enfermo de conectar con el origen del bloqueo que genera el patrón interno de conducta autosaboteadora (acceder a la parte subconsciente de la mente DESDE LA CONSCIENCIA, no desde la hipnosis). Y luego identificar y liberar la emoción secuestrada en esa parte de la mente.

La presencia y colaboración CONSCIENTE de los familiares y amigos más íntimos incrementa exponencialmente la efectividad de este proceso.

La catarsis pretendida tiene efectos no solo en el enfermo sino en el nucleo familiar. Hermanos, padres e hijos han sanado de dolencias menores o similares –en todo caso íntimamente asociadas a la del enfermo en cuestión– al participar de esta catarsis consensuada.


Con todo mi corazón,

L


Me he inspirado en la suite de Forrest Gump para escribir esto.