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martes, 26 de abril de 2011

Jim Carrey lo ha captado




No hacen falta más palabras para explicar lo que el genial Jim Carrey tan bien ha sabido transmitir con su particular estilo.
Tan solo, acaso, abundar de nuevo en el aspecto ilusorio de los pensamientos. Pienso, luego existo postuló René Descartes. Para mi esta máxima significa simplemente que la prueba de que yo –y todo objeto animado o aparentemente inanimado que acceda al campo de percepción de mis sentidos (vista, oído, olfato, tacto y gusto) existimos– es que yo pienso que estoy/están existiendo (en la forma que mis sentidos me revelan). Pensar acerca de la propia existencia, por consiguiente, es cualidad inherente al ser humano. No existe ser humano sin pensamiento. Sin embargo estaremos de acuerdo en que pensar es fuente de agotamiento…(psíquico, emocional y físico)
Sé que quizá esto suene a enredo, pero ya termino…

Ahora bien, si uno puede, como parece ser, hacer un ejercicio de 'desdoblamiento' y desapegarse del tirano pensante que portamos y 'aparcarlo' para observarlo…entonces estamos asumiendo que nos estamos observando a nosotros mismos, que somos más que 'egos' pensantes, la prueba de que somos, más allá de nuestros sentidos físicos, seres intemporales, libres CUANDO QUERAMOS y DECIDAMOS de las ataduras de ese ego que no para de pensar.
Siddartha Gautama (Buda) logró, como algunos otros alcanzar voluntariamente ese estado de consciencia y mantenerse en él a voluntad. Otros como Krsna, Lao Tsé, Confucio, Jeshua el galileo, igualmente alcanzaron ese estado de 'gracia' cuya frecuencia vibratoria fugazmente ha atinado a sintonizar este afamado actor estadounidense. Y ahí está la madre del cordero…¿Quién mejor que un actor para transmitir la revelación de que, según como se vea, todo lo que percibimos (es decir, lo que pensamos) no es sino una ilusión, un holograma?

El matemático y escritor británico Charles Lutwidge Dodgson, más conocido bajo el seudónimo de Lewis Carroll escribió su famoso cuento Alicia en el País de las Maravillas en 1865. Conoces de sobra el argumento, pero quizá no hayas caído en la cuenta de las implicaciones existenciales de este relato tan psicodélico y que el mismo Salvador Dalí ilustró en 1969. Es algo extenso, pero te propongo que te pongas en el lugar de Alicia, por no decir que la tomes a ella como un símbolo de cada uno de los humanos que habitamos el planeta y de nuestras vicisitudes, sin perder de vista que todo es un sueño. Verás que todo tiene más sentido del que nunca imaginaste.

Todo comienza cuando Alicia se encuentra sentada en un árbol al aire libre aburrida junto a su hermana. La hermana, que parece estar tratando de impartirle una lección de historia, lee un libro "sin ilustraciones ni diálogos", lo que hace que Alicia empiece a distraerse debido al tedio.

Capítulo I: El descenso por la madriguera

Las divagaciones de Alicia la conducen a un estado de ensoñación a la luz del cual el contexto anterior va quedando difuminado. La hermana desaparece de la escena y Alicia empieza a dirigirse a su gato tal que a un humano, imaginando y anhelando un mundo donde todo fuese "al revés de como es", por el puro deleite de experimentar algo 'diferente'…En este estado de pseudotrance, aparece junto a ella un conejo blanco, vestido con chaqueta y chaleco, que corre murmurando que llega tarde, mirando su reloj de bolsillo. El 'tiempo' cronológico entra en escena…Alicia, sorprendida por la aparición del conejo (aparición que no está sino haciendo honor a los anhelos expresados por la niña en su anterior estado de vigilia), se interesa por él y decide seguirlo hasta su madriguera. He aquí una maravillosa metáfora ilustrativa del inicio de la experiencia humana. La madriguera resulta ser un túnel que súbitamente se torna en un pozo sin asidero alguno, por donde Alicia inicia un descenso sin fin…
Al finalizar su descenso y sin haberse lesionado, Alicia accede a un mundo de absurdos y paradojas donde todo está regido por una convención totalmente desquicianta para Alicia: la lógica. El conejo del reloj ha desaparecido y Alicia encuentra una pequeña botella, la primera de varias que encontrará en su aventura. Una botella que sólo dice «Bébeme». Y Alicia, atraída por la curiosidad, bebe. La poción encoge su tamaño hasta los veinticinco centímetros de altura, revelándose sutilmente el simbolismo de la transformación dimensional de Alicia, para adaptarse a las nuevas circunstancias. A continuación, Alicia intenta abrir, llena de curiosidad, una pequeña puerta para continuar explorando el mundo nuevo. A través de la puerta se atisba un atractivo jardín, pero la llave que abre la puerta está sobre una mesa que Alicia no puede alcanzar, debido a su nueva estatura. La niña intenta entonces recuperar su estatura original, comiendo un pastel que encuentra con el letrero «CÓMEME».

Capítulo II: Un mar de lágrimas

El pastel tiene el efecto esperado, y Alicia crece más de tres metros. Con su nueva altura, la niña consigue tomar la llave, pero al no parar de crecer, choca contra el techo y queda imposibilitada de acceder a la puertecita. Alicia comienza entonces a llorar, llenando la habitación con un charco de lágrimas de cien centímetros de profundidad. En eso, el Conejo Blanco pasa nuevamente frente a Alicia, apresurado. Sin querer, el conejo dejó caer un abanico, que Alicia utiliza para refrescarse. El abanico resulta ser mágico, pues consigue que Alicia comience a encoger de nuevo, hasta que lanza lejos el abanico para detener el proceso.
El charco de lágrimas es ahora un mar donde Alicia se ve forzada a nadar para no ahogarse. A su lado pasa nadando un ratón, y Alicia intenta entablar conversación con él. El Ratón se ofrece a guiarla hasta la orilla. En el camino, Alicia ve que otros animales también se encuentran nadando y tratando de salir del mar de lágrimas. Entre los animales, Alicia distingue a un Pato, un Dodo, un Aguilucho y un Loro.

Capítulo III: Una carrera en comité

Alicia y los animales consiguen llegar a tierra firme. (El nombre de este capítulo –The Caucus Race  en inglés– hace mención de la carrera frenética de los candidatos políticos, la campaña electoral ya sea para elegir un candidato en las elecciones primarias de un partido, o para ganarse el voto de los votantes) El Dodo organiza, así, una carrera para secarse. La carrera no tiene reglas ni duración definida, salvo correr en círculos (nadie sabe para qué), lo que hacen todos hasta quedar secos (descubren la utilidad de correr al comprobar que se han secado) El Dodo también decide declarar ganadores de la carrera a todos los participantes, y decide que Alicia es quien otorgará los premios. Ante el acoso general, Alicia hurga en sus bolsillos y encuentra varios confites, que reparte entre todos. Como la niña también fue ganadora de la carrera, pero no recibió confite, su premio es un dedal que ella misma tenía en el bolsillo, y que da al Dodo para que, simbólicamente, éste entregue el premio.
El capítulo finaliza con el relato del Ratón, donde explica la razón de su odio hacia los gatos y los perros. Imprudentemente, Alicia menciona a su gata Dina, a la que aún recuerda, y su habilidad para cazar ratones, consiguiendo así sacar de quicio a todos los animales, que se retiran hasta dejar a la niña sola nuevamente.


Capítulo IV: La habitación del Conejo Blanco

En este capítulo, tras haberse quedado nuevamente sola, Alicia ve pasar nuevamente al Conejo Blanco. El animal está buscando su abanico desesperadamente, y al ver a Alicia, la confunde con su criada Mary Ann, y le exige que vaya a buscar el abanico a su casa. Alicia obedece, fingiendo ser Mary Ann, para no entrar en discusiones, aunque eso le va a traer consecuencias; y llega a una casa en cuya puerta dice "C. BLANCO". Cuando Alicia entra, sube a un cuarto donde encuentra el abanico, y otra botella con líquido. A pesar de que la botella no tenía letrero alguno, esta vez Alicia bebe por curiosidad, ya que todas las bebidas de ese mundo le han provocado efectos sorprendentes. Esta no es la excepción, y el tamaño de Alicia aumenta hasta hacerla quedar atascada dentro de la habitación. Cuando el Conejo Blanco llega para reclamar su abanico, sólo ve un enorme brazo saliendo de la ventana en el piso superior de su casa. El conejo corre entonces a pedir ayuda, ignorando que el brazo pertenece a una niña gigante; y la multitud que se reúne afuera comienza a proponer varias soluciones para retirar al brazo, llegando a proponer el prender fuego a la casa. El capítulo termina cuando la multitud comienza a arrojar panecillos mágicos por la ventana. Alicia come algunos y disminuye de tamaño hasta poder salir de la casa. Alicia huye de la multitud y se pierde en un bosque cercano, donde se detiene frente a una seta gigante.

Capítulo V: El consejo de una oruga
Encima de la seta gigante, Alicia encontró sentada a una oruga azul, fumando un narguile. La Oruga, de manera prepotente, interrogó a la niña sobre su identidad. Ésta no pudo responder de una manera sencilla, pues consideraba que tras haber cambiado de tamaño varias veces, su propia identidad se había perdido y en ese momento ella misma ya no sabía quién era. Ambos personajes discuten entonces hasta volver al punto de inicio más de una vez. Finalmente, Alicia expresa su inconformidad con su estatura actual de siete centímetros, al considerarla una birria. Como esa era la altura de la Oruga, el animal se retira ofendido, no sin antes indicarle a Alicia que la seta también puede afectar su estatura, para disminuirla, si comía de un lado de la seta; o para aumentarla, si comía del otro. Como Alicia no podía saber qué lado era cual, cortó dos pedacitos de los extremos opuestos. Al probarlos, los pedacitos surtieron el efecto esperado: uno hacía que Alicia encogiera, mientras que el otro estiraba su figura, desproporcionándola. Alicia tuvo que comer varias veces de cada uno de los pedazos hasta alcanzar una estatura satisfactoria. Finalmente, Alicia vio una casita de un metro y veinte de altura, a la que decidió llamar, por lo que ajustó su estatura a veinticinco centímetros.

Capítulo VI: Cerdo y pimienta

Antes de que Alicia se decidiera a aproximarse a la casita, surgió del bosque quien parecía ser un lacayo, pero con cabeza de pez. El lacayo llamó a la puerta y apareció un segundo lacayo, con cabeza de rana. Alicia escuchó que el Lacayo Pez traía una invitación para la Duquesa, dueña de la casa, de parte de la Reina de Corazones, para jugar al croquet. Acto seguido, el Lacayo Pez se fue, y el Lacayo Rana se quedó sentado fuera de la casa. Alicia quiso primero llamar a la puerta para entrar, y que el Lacayo Rana le abriera. Sin embargo, el Lacayo Rana no tenía intenciones de abrir la puerta, ni de conversar con Alicia, por lo que la niña simplemente abrió la puerta ella misma y entró a la casa.
Dentro de la casa estaba la Duquesa, sosteniendo a un bebé, y junto a su cocinera que preparaba una sopa que, a juzgar por el ambiente, tenía demasiada pimienta. También estaba en el suelo un gato sonriente, al que la Duquesa presentó como un gato de Cheshire. La Duquesa entregó al bebé a Alicia para que lo arrullara un poco, y aprovechó para desaparecer arguyendo que debía asistir al juego de croquet de la Reina. Cuando Alicia intentó mecer al bebé, que se movía incansablemente, éste comenzó a transformarse en un cerdo. Alicia salió de la casa y puso al cerdo en libertad. La niña continuó su camino por el bosque, donde reencontró al Gato de Cheshire, quien la invita a visitar al Sombrerero o a la Liebre de Marzo. Alicia decide ir a la casa de esta última.

Capítulo VII: Una merienda de locos

Cuando Alicia llega a la casa de la Liebre, observa que ésta, el Sombrerero y un Lirón se encuentran tomando el té al frente de la casa. Alicia se une a los comensales, y comienza a conversar con ellos. Los personajes hacen una serie de acertijos y confunden a Alicia con su aparente falta de lógica, hasta que la niña abandona el lugar, convencida de haber asistido al "té más insufrible" que había visto en su vida. A continuación, Alicia encuentra de  nuevo una puertecita esta vez en un árbol, la cual atraviesa para entrar al jardín de croquet.

Capítulo VIII: El croquet de la reina

El rey y la reina de corazones, son literalmente naipes. En la entrada del jardín, Alicia encuentra a un trío de jardineros pintando un rosal. Los jardineros habían plantado un rosal blanco donde debía haber uno de color rojo, por lo que estaban pintando las rosas, antes de que la reina descubriera el error. Sin embargo, los reyes de corazones y su cortejo pasaron por allí. La reina, al descubrir la treta de los jardineros, ordena que sean decapitados. Para evitarlo, Alicia esconde a las cartas, y los verdugos, para salir del aprieto, hacen creer a la reina que ya cumplieron con la sentencia. La reina ordena entonces que vayan hacia donde se jugará al croquet, invitando a Alicia a participar en el juego. Alicia los acompaña y percibe que a su lado va el Conejo Blanco, quien estaba aterrado por la imponente presencia de la reina. El Conejo casi no habló en el trayecto, más que lo suficiente para informar a Alicia que la Duquesa había sido hecha prisionera por llegar tarde al juego.
Una vez en el campo, Alicia vio que el juego tenía características peculiares: en vez de bolas, se usaban erizos; y en vez de mazos, flamencos. Tampoco había arcos, pero en su lugar, los naipes se colocaban en cuatro patas para marcar el curso del juego. Todo el mundo jugaba sin ningún orden, discutiendo continuamente, los erizos escapaban cuando podían, y la Reina de Corazones ordenaba que le cortaran la cabeza a todo el que se le ocurría.
En medio del caos, apareció en el aire la cabeza del Gato de Cheshire, y Alicia se sintió aliviada de poder conversar con alguien conocido. El Rey de Corazones se sintió intrigado por el gato. La reina, al ver al gato, como era su costumbre, ordenó que le cortasen la cabeza. El verdugo y el rey se confundieron terriblemente pues el gato sólo había hecho aparecer su cabeza y no era evidente que hubiera un cuerpo de dónde cortarla. Alicia sugirió que para aclarar la confusión, habría que preguntarle a la Duquesa que, al fin y al cabo, era la dueña del gato. La reina ordenó entonces que se liberase a la Duquesa de la cárcel. Sin embargo, cuando la Duquesa llegó al jardín, el gato había desaparecido nuevamente.

Capítulo IX: Historia de la Falsa Tortuga

En este capítulo, la Duquesa se porta muy amable con Alicia, contrariamente a lo relatado en el capítulo VI, lo que hace a Alicia pensar que tal vez la pimienta tiene un efecto negativo en el carácter de la gente; concluyendo también que el vinagre y la manzanilla deben ser también negativos, y es preferible el consumo de azúcares y golosinas para tener buen carácter. Alicia notó, además, que la Duquesa era feísima. Mientras Alicia y la Duquesa conversaban amistosamente, llegó la Reina de Corazones y ahuyentó a la Duquesa, quien no vuelve a aparecer en la obra. En ese momento, la reina parece haberse olvidado del juego de croquet, del gato y de sus súbditos, pues lleva a Alicia ante un grifo durmiente, y le pide a éste que lleve a la niña a donde se encuentra la Falsa Tortuga, para que le cuente "su historia". El Grifo obedece, y transporta a Alicia a donde se encuentra una criatura sollozante, con caparazón de tortuga, pero cabeza y patas de novillo.


Capítulo X: La contradanza de los bogavantes

En este capítulo, la Falsa Tortuga canta una canción sobre un baile de langostas en el fondo del mar. Alicia, por su parte, narra sus aventuras desde que cayó por la madriguera del Conejo Blanco. El Grifo y la Falsa Tortuga escuchan hasta el encuentro con la Oruga Azul, y encuentran que la historia es muy extraña. La Falsa Tortuga canta entonces una canción sobre la sopa de tortuga, y súbitamente son interrumpidos por un grito lejano, que anuncia el comienzo de un juicio. El Grifo toma a Alicia y la lleva corriendo al juicio, mientras la Falsa Tortuga se queda, terminando su canción.

Capítulo XI: ¿Quién robó las tartas?

Cuando Alicia llega a donde se efectuará el juicio, ve que se ha constituido un jurado de animales frente a los tronos del Rey y la Reina de Corazones; alrededor de los cuales estaba el mazo de naipes y una multitud de animales espectadores. El acusado era la Sota de Corazones, y el Conejo Blanco fungía de heraldo de la corte. Según un poema recitado por el conejo, la Sota era acusada de haber robado las tartas que la reina preparóen un día de verano. El Sombrerero fue llamado como primer testigo, y acudió acompañado de la Liebre de Marzo y el Lirón. El testimonio del Sombrerero rápidamente derivó en una discusión con el Rey de Corazones, quien estaba intrigado por la etiqueta del sombrero,14 y por el té que el Sombrerero tomaba antes de llegar. Mientras esta discusión tenía lugar y los personajes dejaban de prestar atención al juicio, Alicia comenzó a crecer repentinamente. El capítulo termina cuando el Conejo Blanco llama a Alicia como siguiente testigo.

Capítulo XII: La declaración de Alicia

El capítulo final comienza narrando la participación de Alicia en el juicio. Habiendo olvidado que súbitamente recuperó su altura normal, se levanta para comparecer como testigo y derriba sin querer todo a su alrededor. El testimonio de Alicia termina enseguida, al preguntarle el rey qué sabe de este asunto, a lo cual Alicia responde que nada. Acto seguido, el Conejo Blanco lee la última prueba de la que dispone: una carta sin firma que, en forma de poema, describe cómo las tartas regresan a su dueña original. Cuando el rey analiza los versos, todos ven que las tartas, en efecto, se encuentran sobre la mesa. La reina, sin embargo, insiste en dar una sentencia a la Sota, incluso antes de escuchar un veredicto del jurado. Alicia encuentra absurda la situación, y la reina ordena entonces que sea decapitada. Cuando las cartas saltan para atacar a Alicia, ésta vuelve súbitamente al regazo de su hermana.
El lector percibe entonces que la niña se había quedado dormida, y que tras el sueño fantástico, despertó al sentir que unas hojas de árbol caían sobre su rostro. Acto seguido, Alicia cuenta el sueño a su hermana, y va a prepararse para tomar el té vespertino. El capítulo termina narrando cómo la hermana de Alicia se queda bajo el árbol, recordando la historia que Alicia relató.





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